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A Dios lo que es de Dios, y a la pandemia…
A causa de la pandemia se han desbaratado parejas.
Martes, 11 de Agosto de 2020

La frase no es mía. Es de Jesús cuando dijo: A Dios lo que le corresponde a Dios, y al César lo que es del César. Si no me creen, busquen en la Biblia. Yo lo que hice fue un ligero cambio, porque en estos momentos el César es la pandemia. Ella es la que manda. Ella es la que mata gente. Por culpa de ella llevamos cinco meses de encerramiento. Ya lo dije el otro día, por su culpa esta barba se creció porque ni siquiera puedo salir a la esquina a comprar hojillas. 

A causa de la pandemia se han desbaratado parejas que llevaban años de casados o rejuntados, pero que nunca se veían, y ahora tienen que convivir noche y día. Por ella, las empresas quiebran, los almacenes cierran,  los carritos de helados ya no endulzan las tardes, las palomas abandonaron el parque y los curas silenciaron sus campanas. A Dios le seguimos dando nuestras plegarias, nuestras oraciones, nuestros pedimentos para que nos libre de este bicho. Le pedimos, pero le quedamos debiendo porque no podemos dar limosnas. 

Sin embargo, hay dos grupos de personas a los que esta cuarentena les ha servido de mucho. Hablo en primer lugar de los domiciliarios. Ellos son el gremio que más jugo le ha sacado a la pandemia. Todo se hace ahora a través de ellos.

Las compras, las ventas, los encargos, las encomiendas locales, las consignaciones, los retiros. Para todo resuena la frase: “Llamemos a un domiciliario”. Y se llama al domiciliario. Y el domiciliario aparece a millón. Y hecho cumplido. Gracias, de nuevo a Dios, por haber creado a los domiciliarios, con moto y todo. Sin ellos, no quiero ni imaginarme cómo sería este desbarajuste.

Decía que la pandemia les ha servido a dos grupos de personas. Los otros son los coleccionistas de frases. Resulta que así como hay vagos que se dedican a coleccionar billetes y monedas y estampillas (conozco a varios de ellos y algunos son mis muy buenos amigos), también hay los que coleccionan frases. 

Cuando yo estaba en la escuela, mi maestro Juan Francisco Vila, de los Vilas de Ocaña, tal vez mi mejor maestro de primaria, nos hacía llevar un cuaderno de escritura pero lleno de frases sabias.  Cada frase debíamos escribirla con muy buena letra varias veces hasta llenar la página. Recuerdo algunas: Haz bien y no mires a quien. Árbol que crece torcido, nunca jamás se endereza.  Una manzana podrida daña las demás manzanas. Y así sucesivamente, frases que hoy los sicólogos llaman: De crecimiento personal. El maestro Vila decía simplemente: Saquen el cuaderno de escritura.
   
Pues bien, hoy asistimos a una proliferación de frases que hacen la alegría de los coleccionistas de dichos y refranes. Precisamente acabo de enterarme que en China, país de donde provino el maligno, alguien publicó un libro sobre las frases que ahora se dicen allá. Como no sé chino, y como su traducción dicen que demorará lo que duran las vacunas en llegar a nosotros, yo  también he coleccionado algunas de las frases que hoy se han tomado por sorpresa nuestra manera de hablar:

Quédate en casa.
Lávate las manos.
Cuídate y cuida a los tuyos.
No sea muérgano, no salga.
¿Qué prefieres: encierro o entierro?
Y ahora: Las cifras de hoy…
¿Y no dizque el alcohol era perjudicial para la salud?
No hay virus que dure cien años
Otros quince diítas, nada más.
El tapabocas no es en la garganta
Al mal tiempo, cara alegre
Tapabocaaas, tapabocaaas...(en lugar de aguacateees, aguacateees…)
Los viejitos, a cuidarse
Se agotó el gel
¿Hoy qué número toca?
¿A qué horas empieza el toque de queda?
Ahora no le puedo pagar
¡Despedido!
Póngase tapabocas, marica.

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