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Edifico Mónaco: otro golpe a nuestra memoria
Insisto. Resignificar, dar un nuevo sentido a una experiencia en función de lo ocurrido, pudo ser más pedagógico que derrumbar. 
Jueves, 1 de Noviembre de 2018

Lo decidieron. Del 31 de octubre y hasta el 25 de noviembre, se declaró oficialmente abierto el concurso público internacional para arquitectos y diseñadores que deseen transformar el edificio Mónaco, en el Barrio El Poblado, de Medellín. Como sabemos, el edificio fue uno de los fortines más reconocidos y lujosos del Cartel de Medellín, encabezado por Pablo Escobar. 

Esta discusión, en su momento, fue abordada por El Espectador en abril del presente año. “Derrumbar los símbolos del dolor”, se tituló la posición editorial; sostuvo el medio que apoyaba la demolición del edificio, al considerarse que “cuando se permite que persistan los “frutos” del narcotráfico, estas estructuras ostentosas y llenas de historia violenta, se le está dando rienda suelta a quienes admiran la cultura de la ilegalidad…”.

Fue tanto mi desacuerdo con la demolición del edificio y, con el apoyo de El Espectador a esa medida, que envié algunas notas que fueran publicadas por el diario el 08 de abril de 2018. Y así ya se haya tomado la decisión, aprovecho esta oportunidad para reiterarlas: lo hago porque nos estamos quedando sin memoria, porque continuamos en la absurda tarea de querer borrar, pero no resignificar lo vivido. 

Insisto. Resignificar, dar un nuevo sentido a una experiencia en función de lo ocurrido, pudo ser más pedagógico que derrumbar. Con la demoliciónencontramos un ejemplo de cómo ciertos íconos de violencia pudieron tener un gran potencial para concentrar nuevos significados. Para no negar lo que hemos vivido y seguimos viviendo y, en esa ruta, proponer nuevas miradas e interpretaciones a un fenómeno como el narcotráfico.

Si algo ha demostrado la historia del narcotráfico es que la línea entre los “buenos” y los “malos” es difusa, pues el fenómeno ha contaminado diversos sectores políticos y sociales. Es más: tal vez ese ha sido uno de los grandes problemas para superar la violencia que genera; caer en la trampa de sentirse vencedores de esos “malos”, cuando en el fondo lo perverso sigue vigente: la narcocultura y todo lo subyacente que en ella habita. 

En el documental “No hubo tiempo para la tristeza” la víctima del conflicto Pastora Mira afirma: “el poder, y el tener, se tragaron el ser”. Estas palabras condensan gran parte de la misión pedagógica que exige que el país resignifique su comprensión sobre el fenómeno. Las nuevas generaciones necesitan ver las consecuencias cuando se intenta ser “poderoso” a través de estas prácticas. Destruir, negar, borrar lo visible sin que exista una didáctica en lo profundo, es tarea fácil. 

Así se afirme que con la demolición no se busca borrar el pasado, el hecho de desaparecer el inmueble refleja todo lo contrario. Con el concurso se sabe que una nueva estructurareemplazará lo que hoy es el edificio, y es lamentable porque los espacios construyen memoria y, la memoria, como territorio que despliega sentidos, es vital para confrontar y resignificar lo que no queremos volver a vivir. La demolición de este ícono, otro golpe a nuestra memoria...

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