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El crimen de Odebrecht
Es lamentable las circunstancias de la muerte del ingeniero Jorge Enrique Pizano.
Domingo, 18 de Noviembre de 2018

Cuando la faceta más perversa del ser humano necesita imponer su voluntad al precio que sea, sin que exista ningún límite ético ni moral, y en donde lo único que interesa es lograr sus perversos propósitos, ahí aparece lo más abyecto del hombre con tal de imponerse. Y si para lograrlo es necesario asesinar, cometer un crimen, lo hace. Ahí lo único que vale es triunfar. Eso sucede frecuentemente en el mundo de hoy que aún está conmovido con las circunstancias brutales de la muerte del periodista árabeJamal Khashoggi, en el consulado de Estambul, a quien literalmente lo descuartizaron y después, para borrar toda evidencia, disolvieron su cuerpo en ácido. Qué horror. Aquí en Colombia son dramáticas las muertes de un padre y su hijo, quienes fueron víctimas por un engranaje de corrupción de la multinacional Odebrecht que trata de imponer su voluntad a como dé lugar.

Es lamentable las circunstancias de la muerte del ingeniero Jorge Enrique Pizano, un hombre honesto cuyo error, que lo llevó a la muerte, fue la de haber advertido en algún momento una cadena de graves irregularidades propiciadas por la multinacional brasilera. Haber recopilado esas evidencias fue el inicio del camino que lo llevaría a su deceso. El segundo error de Pizano fue haber creído que tenía un amigo desde hacía 30 años en quien podía confiar, Néstor Humberto Martínez, pero este último lo traiciona, y Pizano no puede soportar más las amenazas, y muere de un infarto. Después se suma la muerte de su hijo, un joven arquitecto a quien en Barcelona lo sorprende la noticia de la muerte de su padre, toma un avión, asiste al sepelio de su progenitor, y después aparece envenenado con cianuro.

Hay una frase en uno de los libros del escritor checo Milán Kundera que para tratar de encontrar alguna explicación, si acaso es posible, a tanta perversión en el mundo de hoy, que lo resume así: “esta reconciliación con Hitler demuestra la profunda perversión moral en este mundo donde todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido”. En esta trágica historia de la familia Pizano, el cinismo del fiscal Néstor Humberto Martínez tuvo un momento de titubeo, cuando después de dar respuestas falaces y mentirosas en las que  infructuosamente trata de asegurar que si bien se había reunido con su buen amigo Pizano, y después de escucharlo, no creía que lo relatado eran evidencias de corrupción – nos salió muy ingenuo el fiscal -, y por eso no había denunciado en su momento nada, pero no contaba Martínez con la pregunta hábil e inteligente del periodista: si usted dice que era tan buen amigo de Jorge Enrique Pizano, porqué cree que este último decidió gravarlo si entre amigos no se graban?

Ahí titubeó el fiscal por supuesto. Pero el país que cada vez tiene tiene derecho a no creer en nada después de escuchar las grabaciones y evidencias de este lamentable episodio en las que Martínez no queda bien parado, pero lo que también nos sorprende, lo que no sabíamos, es que aquí en Colombia tenemos un fiscal general que es un gamín. Así es, después de escuchar las grabaciones del audio de la conversación, no salimos de la sorpresa de las expresiones vulgares y groseras, ese lenguaje lamentable de quien hoy en día aparece todos los días en televisión como una persona ponderada, presumiendo ser la primera autoridad moral de la nación, y en el fondo lo que tenemos es un gamín. Mejor dicho, ahora si nos jodimos, con un presidente que en un foro internacional habla de los 7 enanitos, que aún no se encuentra, y con un fiscal a quien hay que regalarle de manera urgente un libro por lo menos de cívica para que mejore su lenguaje y no sea tan vulgar. Y después nos quejamos de que la gente salga todos los días a protestar.

A pesar de todas las debilidades que podemos tener como seres humanos, la eterna debilidad del hombre, en lo que debemos tratar de no caer nunca, y por lo menos debemos hacer el esfuerzo, es caeren esa doble y falsa personalidad, de aparentar decencia y pulcritud en lo público, y después llegar a la casa y frente a su esposa e hijos portarse como el gamín que es. Eso no está bien doctor Néstor Humberto Martínez. Lástima que en este país servidores públicos como Usted no contemplen la posibilidad de renunciar, porque para este atribulado país, ese sería un buen regalo de navidad. Por lo menos ese sí sería un buen acto in memorian frente a su amigo Jorge Pizano y su hijo que en algún momento creyeron en Usted.

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