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El infierno del Catatumbo
Tiene todo para ser el paraíso de nuestro departamento, pero de manera paradójica, es uno de los escenarios más calientes del absurdo conflicto nacional.
Martes, 29 de Mayo de 2018

Puede ser otro pulmón para Norte de Santander y Colombia. La segunda fuente de luminosidad del planeta. Una de las zonas de Colombia con más yacimientos mineros. Un bosque inmenso donde habitan los indígenas barí, todavía rodeados de naturaleza viva, con enormes y variados árboles y animales exóticos, con las aún cristalinas aguas del imponente río binacional.

Tiene todo para ser el paraíso de nuestro departamento, pero de manera paradójica, es uno de los escenarios más calientes del absurdo conflicto nacional.

Allí hay centenares de historias trágicas y los protagonistas son los antiguos colonos que aprendieron a convivir con los aborígenes y a cuidar los encantos naturales.

A los humildes campesinos nunca les pidieron permiso para convertir su hábitat en un inacabable campo de guerra. A sus descendientes los convirtieron a la fuerza en actores y víctimas de las confrontaciones armadas.

Los habitantes de las zonas rurales de La Playa, San Calixto, Hacarí, El Tarra, Teorama, Convención y El Carmen (antigua Provincia de Ocaña), desde hace muchos años se convirtieron en las bolas de pimpón de los guerrilleros, los paramilitares, la Policía y el Ejército Nacional.

Centenares de ellos han sido asesinados por ser considerados colaboradores de los grupos armados. La mayoría de las veces porque les brindan agua o cualquier alimento a quienes ingresan a sus parcelas  sin ser invitados.

Las aves y animales terrestres defienden con sus vidas a sus pichones y cachorros cuando los invasores ingresan a los nidos y madrigueras. A las familias campesinas le toca observar con resignación cuando los alzados en armas se llevan a sus niños para  que ingresen a las filas de los rebeldes.

Las lágrimas de los humildes hogares se tornan interminables después que sus pequeñas de doce años son raptadas para que los comandantes les roben su inocencia y para que se conviertan en amantes a la fuerza.

Los corazones y las memorias de los sobrevivientes de incursiones guerrilleras o paramilitares todavía no pueden borrar las imágenes que grabaron como niños de las masacres en las que fueron degollados y mutilados sus papás.

Todos estos actos macabros y muchos más son convertidos en crónicas por los estudiantes de Comunicación Social de la seccional de la Universidad Francisco de Paula Santander.

Varios de ellos han sido  testigos directos o víctimas de las atrocidades mencionadas, otros, han localizado a las personas que lograron huir y llegar a la ciudad a asentarse en los barrios periféricos.

Con la tristeza indeleble reflejada en sus miradas, cuentan con dolor y temor los episodios sangrientos que los enlutaron.

La tragedia que han logrado representar en sus textos los futuros comunicadores es común a los de la gente humilde de los departamentos de Cesar, Magdalena , Bolívar y Guajira, que ha soportado los mismos horrores del Catatumbo.

La reflexión que nos hacemos luego de conocer tan desgarradores testimonios,¿ por qué hay tantos amigos de la guerra ¿, ¿por qué olvidamos tan rápido la historia violenta de Colombia?, ¿por qué seguimos apoyando o eligiendo a los mismos victimarios?   

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