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En defensa de un señor rector

Estando en Cúcuta se le presentó la oportunidad de laborar en un colegio...

No acostumbro ocupar este espacio para salir en defensa de coterráneos o amigos, pero hoy, con la venia del señor Director, echo mi cuarto a espadas convencido de que cuando se cuestiona a una persona hay que hacerlo dialécticamente y no apelando al expediente fácil de desacreditarla, tratando de pasearlo impunemente por el capítulo de los delitos contra la integridad moral. 

Luego, cuando los interesados ven que por este camino no hay futuro para sus intereses, no obstante las investigaciones de todo orden que procuraron y que tendrán que llegar al esclarecimiento de la verdad real, acuden, en lugar público y a plena luz del día, a intimid’re, directamente o por interpuesta persona, como en efecto ocurrió con el señor rector y una compañera de trabajo. Por todo ello este servidor público excelente tuvo que abandonar su lugar de trabajo en Ocaña, previa notificación a sus superiores, porque, con justa razón, temía por su vida. 

Estando en Cúcuta se le presentó la oportunidad de laborar en un colegio del Área Metropolitana donde, según reseña del diario La Opinión, hubo hostilidad por parte de los padres de familia que lo acusaron de indignidad, deshonestidad y desconocimiento del Colegio. Cargos graves los dos primeros y sería interesante ver a los padres de familia en los estrados judiciales presentando las pruebas respectivas, porque tratándose de una institución oficial, ¿no tendrá en cuenta la secretaría de Educación departamental que son los jueces de la República quienes deben investigar esas acusaciones y actuar de conformidad? Además, decir que “Queremos a un rector que conozca nuestro colegio”, produce hilaridad, porque la única forma de conocerlo como ellos quieren es estando adentro.

Difícil saber ahora si el grupo levantisco actuó soberanamente o si dentro de la institución hay aspiraciones veladas, lo cual, esto último no es malo, lo execrable es aspirar a un destino atropellando la honra de un servidor público decente con hoja de vida meritoria, al que se le niega lo que ellos le exigen al mismo Estado, como el  derecho al trabajo, derecho a la igualdad y el principio universal de derecho penal de presunción de inocencia, porque el hecho de tener una investigación, que es lo que dan a entender los cargos aducidos por los padres de familia, no es sinónimo de sentencia condenatoria debidamente ejecutoriada y, de inmediato, creerse facultados para repudiar a un aspirante. Privilegiemos el orden jurídico sobre las vías de hecho.

Conozco al docente José Augusto Quintero Meneses desde su infancia, allá en Convención, estudiando y trabajando sin rubor desde su adolescencia en oficios varios hasta convertirse orgullosamente en profesional en nuestra UFPS. A los padres de familia que intentaron deslustrar al docente José Augusto Quintero se les reconoce lo que escribieron en las pancartas: “El Colegio se respeta, carajo”, pero a las personas, señores padres de familia, también hay que respetarlas, carajo, máxime, cuando no se les conoce integralmente.

Martes, 20 de Febrero de 2018
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