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En recuerdo de Gabriel
Su ausencia se sentirá día a día con mucha nostalgia, primero, naturalmente en su digno hogar, pero también en toda la parentela.
Domingo, 25 de Octubre de 2020

Ya se cumplió un mes del tránsito terrenal a la vida inmortal de Gabriel Solano Prada. ¡Cómo pasa el tiempo! Este 9 de septiembre de 2020 se durmió en el regazo de su hija Marisol, junto a su esposa Olga. Sí, se durmió dulcemente, tan calladamente que ellas aún dudaban de que hubiera ocurrido. En su casa de San Cristóbal, la amplia casa con salas y jardines que él, a pesar de su limitación visual, diseñó y orientó en su construcción. 

De todos los recuerdos me surge con más fuerza el de las Navidades con él. En Venezuela, en los buenos tiempos, nunca se limitó el uso de la pólvora, y él era un fanático, como yo, de la misma. En una ocasión fue tanto el derroche de aquellos artefactos, los más retumbantes que encontramos y compramos, que a los que les metimos candela  en un espacio abierto estremecieron un poste principal de la luz y ésta se apagó por unos instantes en el sector. Tamaño susto el que nos llevamos, pero pasado éste gozamos con Gabriel por este percance.
  
Por su invidencia agravada con el correr de los años y otras circunstancias, él se privó de haber sobresalido y la sociedad de haber disfrutado de los frutos de su inteligencia prodigiosa. Esa inteligencia le permitía hablar con propiedad sobre cualquier tema pues estaba suficientemente ilustrado e informado. Comentaba con precisión y seriedad, pero no dejaba de mezclar el humor oportuno y fácil. 
 
Entre sus habilidades estaba igualmente la música. No solo interpretaba la guitarra y el cuatro sino que también se aficionó al arpa; adquirió una y la instaló en la sala de su casa en donde daba conciertos íntimos. 
 
Por esas dotes de músico, de ameno contertulio y por su sencillez, Gabriel no pasaba desapercibido en ninguna reunión familiar o de amigos, o, dicho de otro modo, se disfrutaba siempre de su compañía. 

Su ausencia se sentirá día a día con mucha nostalgia, primero, naturalmente en su digno hogar, pero también en toda la parentela, unidos todos en la ilusión de que nunca nos hubiera faltado. 

Olga, nuestra valiente hermana, y Marisol y Gabriel José, tan luchadores como sus padres, saben que su pena es nuestra pena, y que seguiremos caminando junto a ellos animados por los hermosos recuerdos de Gabriel. 

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