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Gotas ideales
Es una fragilidad fascinante que se esconde en los ojos.
Lunes, 11 de Junio de 2018

La vida es un juego extraño: el destino se entretiene con nuestras debilidades, las mezcla y decanta, para dejar fluir la madurez. 

Si uno se esmera y juega bien, se alza al cielo y se asoma al infinito, aprende a espantar las tinieblas y deja que las gotas de la sabiduría universal se posen en el alma, paseen por ella y abonen los sentimientos de una gratitud humilde a Dios.

Los románticos advertimos (adivinamos) más fácilmente el arco iris, o el horizonte de la luz y los detalles amables de la vida, nos subyugamos en esa especie de pasión bendita en sueños que es la nostalgia buena, sublimada en una reverencia al amor ideal, en los rastros de las estrellas, los besos, los amores y los tiempos de las flores, como si pudieran traer del pasado, con un hilo de ilusión en letargo, una serena melancolía.

Es una fragilidad fascinante que se esconde en los ojos, en las sensaciones, en las palabras solitarias, detenidas en las canciones, en el idioma del amor espiritual, el único que existe porque, el otro, cuando se hace real, se esfuma. 

La magia está en que, al frente, el corazón espera con sumisión, tratando de mantener la coherencia y estar siempre en alerta máxima para emprender misiones nuevas.

Romanticismo, fragilidad y timidez son valiosas, porque gestan una emoción poderosa e íntima, que habla con el silencio de cosas bonitas y se sumerge en la inconsciencia para fortalecer la esperanza.

Son circunstancias emocionales que evocan las aventuras, los sueños, algo así como querer guardar un pedazo de luna en el bolsillo o coleccionar soles: todo ello conforma una especie de amuleto que aleja las desdichas mayores. 

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