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Columnistas
La crítica
Cabe decir que en la actividad científica la crítica ha jugado un papel estelar.
Miércoles, 24 de Junio de 2020

La crítica es una actividad humana que como vida misma dice Zygmunt Bauman no requiere cimientos ni los necesita y por consiguiente no está obligada -autojustificarse- y menos a disculparse. Al citar a Bauman el profesor Ramiro Ceballos (2015) plantea que la crítica es una postura meditada frente a los hechos y frente a determinadas prácticas que la costumbre o el poder consideran como el curso natural de las cosas que hoy llaman el status quo.

Cabe decir que en la actividad científica la crítica ha jugado un papel estelar y ha sido el mecanismo con el cual se ha dado paso al “descubrimiento de nuestra ignorancia” y a la creación de nuevos conocimientos que han mejorado sustancialmente la calidad de vida en el mundo; la curiosidad y la crítica se funden en la actividad científica en una base sólida en la que se sostiene la civilización humana como revela Yuval Noah Harari (2015).

Por cierto, Harari (2015) señala que en la premodernidad los políticos (los monarcas) daban dinero a los sacerdotes, a los filósofos y a los poetas para legitimar su gobierno con el objeto de establecer un orden social, aunque injusto muy favorable para sus intereses. 

En este contexto, la crítica como actividad humana fue moralmente vilipendiada y desacreditada como ocurre hoy en pleno siglo XXI. Por ejemplo, en eventos públicos y privados o en las redes sociales, simpatizantes, adeptos y miles de bots se dedican a desacreditar a quienes ejercen la noble tarea de esgrimir argumentos contrarios a la forma de pensar, de comunicar y de gobernar según el orden establecido.

En muchos casos quienes ejercen la actividad crítica son objeto de la descalificación, del desarraigo y el exterminio como suele ocurrir en Colombia.

En la actualidad se concibe a la crítica como un acto de agravio y de ataque sobre las personas, al estilo de las falacias del tipo argumentum ad personam que moralmente son inaceptables y deben ser rechazadas. Dichas falacias son asumidas en el imaginario social como una especie de equivalencia errada y normalizada que se usa para deslegitimar a la crítica como acción razonada e inmanente a nuestra humanidad, esto conlleva a confundir quizás el agravio y la descalificación personal como una extensión de la crítica. Lo propio ocurre con el uso frecuente de las falacias de tipo ad hominen cuando las personas discuten sobre temas de género o sobre las violencias que sufren las mujeres, este tipo de falacias usadas como “argumentos” son absolutos yerros.  

Desde el imaginario colectivo y en su práctica la crítica sufre un ajuste emotivo y semántico hacia un mote naturalizado como “crítica constructiva”. Sin embargo la crítica fue, es y será un acto humano auténtico que no requiere una adjetivación para ser socialmente aceptada, habida cuenta que en el ejercicio de la crítica es fundamental razonar, argumentar, exponer evidencias, intercambiar ideas y estar dispuestos a la posibilidad de aprender de los demás; la crítica como ejercicio ciudadano puede ayudar a matizar las diferencias, a establecer acuerdos y a definir propuestas sobre el país y sus territorios como sugerían hace muchos años desde orillas distintas: Álvaro Gómez Hurtado y Estanislao Zuleta. 

En tal sentido, el desarrollo científico puede ser un ejemplo de buena práctica que puede transferirse a la vida cotidiana y a la democracia con el fin de construir una sociedad decente y justa como argüía Carlos Gaviria Díaz.  

Luego, asumo como propia la sugestiva invitación de Alejandro Gaviria que desarrolló en su discurso de grado, una mirada desde el futuro: “lleven la contraria. Combatan la extorsión moral de las mayorías. Resistan la tiranía de la opinión pública. Si creen que la verdad es X, pero la mayoría vociferante piensa que es Y, expresen su desacuerdo. No falsifiquen ni escondan sus opiniones o preferencias”. Puesto que una vida sin examen no tiene sentido.

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