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Columnistas
La guerra y la paz
Muchos no queremos la guerra porque sabemos lo que representaría para las próximas generaciones.
Viernes, 8 de Marzo de 2019

Algunos colombianos, encabezados por el presidente Iván Duque, que no sabe en la que se está metiendo, han estado promoviendo en los últimos días, absurdo enfrentamiento con Venezuela, desconociendo, de paso, una realidad preocupante: nuestros vecinos, desde la época del folclórico Hugo Chávez, quien creyó que era mejor la medicina cubana que la estadounidense, se dedicaron a gastar millones de dólares en barcos, aviones y cohetes, para atacarnos.

A pesar de que en esta época del internet se conocen los secretos, hasta los más escondidos, los amigos de la guerra, que no saben las consecuencias que tendría un enfrentamiento para nuestra economía y nuestra tranquilidad, se hallan empeñados en buscarle pleito a un antiguo chofer de bus e integrante de una banda de rock, hoy convertido en mandatario, que no es ni la sombra de los anteriores ocupantes del palacio de Miraflores, con los que se podía dialogar y llegar a un acuerdo, como ocurrió en el incidente de la fragata colombiana en el golfo de Maracaibo, cuando gracias a diálogo civilizado, la sangre no llegó al río.

Nuestros medios de comunicación se han vuelto guerreristas, amigos de un “presidente” designado por la oposición, sin tener en cuenta que los colombianos no hemos sido amigos de las soluciones de fuerza ni tampoco de meternos en los predios ajenos, pensando talvez en aquello de que “hoy por tí, mañana por mí”, aunque vuelvan a colgarnos el apodo de “caínes de América”, como cuando no apoyamos la invasión por Argentina de las islas Malvinas.

Ya logramos el primer paso en el enfrentamiento con los vecinos: rompimos relaciones diplomáticas y consulares y dimos asilo, transporte aéreo y honores a quien, por insinuación de Estados Unidos, hemos bautizado como presidente encargado, con la esperanza de que ocupe el alto cargo, hoy en manos de dictador de “banana república”.Ya fracasó el envío de ayudas para el hambriento pueblo venezolano y sigue la campaña destinada a tumbar a Maduro, algo imposible mientras sigan apoyándolo los militares, encabezados por los dos mil generales que tiene el vecino país, muchos más que los que tienen Estados Unidos, China o Rusia. 

El gobierno uribistas está empeñado en impedir la aparición de otra Cuba, que incomode al gran hermano del norte, el cual ha ofrecido defendernos en caso de que nos ataquen. Lo que nos convertiría en un Vietnam o en un Líbano, Dios nos libre, porque el costo sería enorme. Muchos no queremos la guerra porque sabemos lo que representaría para las próximas generaciones, empezando por mis nietos y sus amigos, algo que saben los guerreristas, muchos de los cuales mandarían su descendencia para el extranjero. Para reforzar mi repulsa a la guerra debo señalar que el último enfrentamiento mundial costó la vida a 50 millones de personas, destruyó a Europa y causó pérdidas de las que salió elviejo continente gracias al Plan Marshall, que costó millones de dólares. Por eso, en resumen, no quiero la guerra. GPT

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