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La medicina cura, la risa sana
Lo que logra hacer este ejercicio es mamarle gallo al estrés, burlarse de la preocupación y neutralizar la depresión.
Jueves, 1 de Noviembre de 2018

Si consideramos la posibilidad real de que reír sea un ejercicio, tal como dedicar 30 minutos diarios a caminar, hacer 50 abdominales, 35 flexiones de pecho, podemos entonces realizar 7 minutos de risa.

¿Reír de qué?, se preguntan algunos. Reír de nada; es un ejercicio, un juego.

Pero si lo prefiere, ríase

De ti mismo, De la vida, De los «problemas» que te acechan y acorralan. Del mal genio de tu jefe.

De la ceja despelucada del marido.

De la esposa que se muerde la lengua cuando da reversa en el carro, de la cuenta bancaria.

De lo que te pasó ayer o hace 20 años cuando fumaste de eso.

De la caída en público.

Ríete de eso que te atormenta y que, durante un ejercicio de risa de siete minutos, te importará un rábano, o un pepino si lo prefiere.

Lo que logra hacer este ejercicio es mamarle gallo al estrés, burlarse de la preocupación y neutralizar la depresión.

No importa si eres un alto ejecutivo de una compañía, un importante político de la nación, un empresario, un vicepresidente, un gerente, el propietario de muchas tierras, un millonario o multimillonario.

Esos títulos los puedes guardar en el bolsillo de tu camisa o en el espacio interior de tu bolso, para que le des permiso de hacer el ejercicio a «la persona», al «ser humano» que hay en cada uno.

Es más, al niño que tienes encerrado en tu corazón.

Busca un lugar alejado del ruido. Cierra tus ojos y respira profundo. Muy profundo… sostenga y exhale.

Repite este ciclo cinco veces sin interrupciones.

Esta es la única manera de controlar a la «loca de la casa». Que no es esa que tienes entre las piernas.

Me refiero a la mente. Esa que es traicionera, tramposa, y que confunde al ser humano porque obedece al ego, que siempre busca tener la razón, el reconocimiento, la vanidad, el poder y el dinero.

La respiración es símbolo de serenidad y controla el arrebatado tráfico de pensamientos.

En ese nuevo estado de comunión consigo mismo, busca ese niño alegre que hay en ti y permítele salir a gozar, jugar y reír.

Los niños hacen el ridículo en su estado natural, porque no se desgastan pensando si es tonto o no lo que hacen o cómo se ven ante los demás.

Bueno, hagamos entonces el ridículo bien hecho a través de este ejercicio.

Son siete minutos que te cambiarán la vida si lo realizas diariamente.

En ese estado sereno a causa de la respiración relajada, comienza a disfrutar el reencuentro con ese niño y revive las memorias de tu infancia o de un momento de tu vida donde recuerdes haber reído mucho.

Sonríe y gira la llave de ese baúl que estás próximo a desocupar.

En ese instante no tienes la edad que dices tener sino el momento de tu vida que escogiste. 

Lo siguiente es romper la barrera de la pena ajena y reír en voz alta, de manera que tus oídos escuchen tu propia expresión.

Suéltate, déjate llevar; toma conciencia de que es un juego donde abrirás la compuerta de la serotonina y descargarás tu baúl de todas esas emociones, culpas, recuerdos y preocupaciones que te pesan.

Ahora, ríe fuerte, muy fuerte, de manera que sientas que con cada carcajada estás liberando cada carga y déjate contagiar por ese momento de alegría que te pertenece, es tuyo, no importa nada ni nadie; es tu descarga, ríe fuerte, explota, que estalle la alegría que hay en tu ser y recobra la libertad para siempre.

Con cada carcajada estás pisando la preocupación, la angustia, el malestar y el estrés.

Siéntete libre de reír, de seguir jugando a lo tonto para sentirte bien.

No tienes que seguir instrucciones al pie de la letra. Solo disfruta y hazlo a tu manera, de tal modo que fluya para que sea una experiencia de sanación básica, simple y elemental pero grande para tu vida, en este momento donde quisieras quedarte en ese mágico estado de la inocencia primaria.

Ríe tan fuerte que quienes estén cerca se sorprendan y piensen que te volviste loco o que se te aflojó un tornillo.

Disfruta tu momento y exagera la acción hasta sentir lágrimas en tus mejillas y un dolor amable en la mandíbula o la base del cráneo.

En ese momento se estarán ejercitando más de 400 músculos de tu cuerpo y se estarán moviendo cerca de 12 litros de aire, mejorando así la oxigenación de la sangre y los tejidos. Luego de una fuerte risa respiramos mejor y al mismo tiempo se relajan el cuerpo y la mente. También se estiran los huesos de la columna, permitiendo que se relajen los brazos y las piernas. Los abdominales se contraen con sacudidas que terminan por brindarles un excelente masaje a los órganos internos, y esto ayuda para que se estimulen los músculos de los intestinos, lo que evita el estreñimiento.

¿Comprendes entonces por qué te sientes tan bien después de un ataque de risa, natural o fingido, como en este ejercicio?

¿Te sientes más liviano, relajado, liberado, desestresado, ligero, renovado?

¿Te gustó revivir al niño interior con el que convives?”

Bueno ya está la llave en tu boca. Solo no te la vuelvas a tragar. Úsala todos los días y disfrútala, porque es la llave de tu corazón.

Ahora su baúl está vacío, descargado y libre de todas aquellas memorias reactivas que habitaban en tu mente y robaban tu alegría y tu derecho a vivir con lo simple.

Ahora estarás list@ para asumir la nueva conducta que cambiará tu vida. Estarás list@ para mostrarle al mundo tu nueva ACTITUD.

Como sé que a todos nos parece tonto o ridículo hacer esto en público, te invito a pensar en algunas ideas o escenarios donde sabemos que la intimidad nos permite soltarnos las peinetas:

-En el trono cada mañana. Ese lugar en el baño donde la frente se ciñe y se brota la vena. Bonita manera de relajarse en el acto.

-En la ducha, en tu desnudez, sonríe, ríe y suelta la carcajada. Disfruta un acto propio de liberación.

-En el carro, mientras vas camino a tu trabajo en medio del tráfico y ambientado con una buena música.

-En la terraza de tu oficina, donde las chimeneas humanas salen a fumar.

-En el ascensor, frente al espejo, siendo consciente de que te están viendo a través de una cámara. No importa: hazle «roscas» con la nariz al fisgón de seguridad.

-En el parqueadero del edificio de tu oficina, mientras sales a la luz del día. Sal radiante, como el sol que te espera.

-En el momento del ejercicio, si estás trotando o caminando, y hazlo sonriendo en voz alta; que tu risa se mezcle con el ritmo de la música en sus audífonos.

-En el supermercado, mientras escoges un pepino. Que la gente piense que te imaginas cosas mientras sonríes. 

-En la entrevista de trabajo. 

-En la discusión con tu pareja.

-En la sala de espera de un diágnóstico médico.

-En medio del ruido y el caos del tráfico.

-En la fila del banco que se demora.

-En la reunión con el jefe insoportable.

-En el parque cuando pisas la caca del perro. 

-En el momento de la negociación.

-En la conversación con tu hij@ para corregirle.

-En el examen de la próstata, sonríe.

Grábate este mantra y repítelo varias veces al día.

“TODO ESTA BIEN” ....

No dejes nunca de sonreír

Así se comienza a sanar. 

Y estarás curándote del estrés... sin medicinas. 

Hakuna Matata !

JMC

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