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¡La séptima emergencia!
Todos los siete decretos de emergencia que nos han regalado contienen las mismas consideraciones.
Miércoles, 30 de Agosto de 2017

Hay que reconocer ciertos actos de Gobierno, así sean frustrantes, incompletos y burlescos. Pero los cucuteños si algo debemos reconocer en Uribe y Santos, es que ambos han sido extraordinariamente generosos en recetarnos Emergencias Económicas y Sociales. Tres Uribe y tres Santos. Han hecho del capítulo sexto de la Constitución Política y de los artículos que van del 212 al 215  toda un ejercicio de quimioterapia contra nuestros males terminales.  La última, el 6 de septiembre de 2015 con Consejo de Ministros y todo. Coincidencialmente puede ser el 6 de septiembre de 2017  la próxima. ¿Por qué no?

Las seis anteriores, si uno las analiza, se decretaron por situaciones menos graves, a la que ahora nos agobia, que es como la peste negra que devastó a Europa en el siglo XIV y acabó con la tercera parte de su población, por culpa de unos roedores. O que es como la otra peste, la que describió Albert Camus, en 1947, en la obra que lleva el mismo nombre y que situó en la Ciudad de Orán tras la colonización francesa y que es símbolo de la filosofía existencial, cuando todo se nos vuelve absurdo como lo que pasa en Cúcuta. 

Nos fuimos poco a poco quedando sin valores, sin Dios ni ley, la vida como que ya no tiene sentido, nos agobia la resignación y la libertad se nos vuelve solo un enervante. ¿Qué hacer?

Lo grave es que si nos recetan la séptima emergencia, a pesar de las frustraciones de las otras seis, no nos hemos preparado para recibirla. Y no debería ser así, ¿cómo es que no aprendemos después de seis veces?

Los centros de pensamiento de la ciudad, si es que los hay, no funcionan o son grupos egoístas que se quedan con las ínfulas de la sabiduría y no las comparten. Las academias juegan a su negación y hasta la asistencia espiritual hace crisis.

Todos los siete decretos de emergencia que nos han regalado contienen las mismas consideraciones y los mismos artículos y todos repiten: “Mediante tal declaración, que deberá ser motivada, podrá el presidente, con la firma de todos los ministros, dictar decretos con fuerza de ley, destinados exclusivamente a conjurar la crisis y a impedir la extensión de sus efectos”.  Seis veces y no han conjurado nada.

Absurdo que esta repetición, siete veces, no haya encontrado la forma de conjurar la crisis e impedir la extensión de sus efectos, ¿no les parece? ¿En que habrán pensado Uribe y Santos, cuando nos formularon  esta “quimio”?

Pero el todo constitucional que es un dechado de congruencia, afirma en la misma norma, que esos decretos pueden establecer nuevos tributos o modificar los existentes. Hubo lecciones que pagamos todos los colombianos para bien del restablecimiento del Quindío, de Caldas, de Risaralda y reconstruimos el Eje Cafetero. Hubo lecciones tributarias que pagamos todos los colombianos para restablecer la economía caucana y del Huila que se volvió Ley Páez.

Ah, porque esa la otra. La misma norma constitucional de la emergencia dice que el Congreso de la República examinará los decretos y los podrá derogar, modificar, adicionar y así contando con congresistas podríamos haber obtenido una Ley Cúcuta, parecida a la Ley Páez. 

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