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Lágrimas de rosas
No es una utopía, sino la conclusión lógica del desastre, cuando se agoten las reservas de todo.
Domingo, 3 de Septiembre de 2017

La humanidad, ahora, es engendro de una época en la cual la vida se hace cada vez más difícil, corresponde a una moda en la que todos intervienen en todo y, las decisiones, son abortos de un monstruo tecnológico que le impusieron sin darse cuenta. 

Entre emociones circunstanciales, o sin emociones, transcurre el presente, desconociendo el pasado, anulando el futuro, en medio de las mayores inconsistencias de armonía. Así, resuelve sus problemas con opciones de una libertad mal entendida, como si el respeto tuviera los moldes modernos del vértigo y la pérdida de las dimensiones humanistas.

Es bueno y es malo: bueno porque, teóricamente, se fortalece la capacidad de criterio; malo, porque no existe la preparación cultural, suficiente, para asumir la responsabilidad de alternar con gallardía las divergencias con los demás. Hay un remedo de autonomía entre los hombres, porque ya no existen tendencias ideológicas ni doctrinas consistentes, sino la opción libre de escoger y determinar sus actos. 

(Debo, entonces, proponer un paralelo para explicarlo. Las gotas de agua, juntas, procuran una profundidad acuosa coincidente; son distintas, pero no se rehúyen: las une el propósito de construir un sistema cohesivo y cumplir una misión natural. Los soles del universo, dispersos, forman un cosmos grandioso, bajo otras características, para la misma misión. Sólo es necesario equilibrar y conjugar los dos planteamientos). 

Los sueños me cuentan que, desde una ventana abierta en las luces del mundo, alguien llorará y dejará caer rosas fascinantes, abrazos salpicados de cariño, concordia, filantropía y una solidaridad matizada de comprensión para compartir las diferencias.

No es una utopía, sino la conclusión lógica del desastre, cuando se agoten las reservas de todo.

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