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Lo que no se muestra no se vende
Somos más que la actual coyuntura fronteriza y nuestros destinos turísticos no son únicamente los centros comerciales o rumbeaderos.
Domingo, 28 de Abril de 2019

Cúcuta es una ciudad que nunca se concibió como destino turístico y nos acostumbramos a que la principal actividad económica de la región se basara en el comercio formal e informal típico de una zona fronteriza. 

En esta gran región, sus dirigentes políticos poco han pensado en el potencial que tienen para el desarrollo del turismo de naturaleza, cultural y de negocios. 

En consecuencia, la que se suponía era la frontera más dinámica de Latinoamérica, ha carecido de proyectos turísticos reales y de impacto a lo largo de su historia.

Lo anterior es lo que define la situación actual de la ciudad en un sector que ahora cuenta con políticas nacionales para impulsar zonas que nunca tuvieron proyección y educación profesional en turismo. 

Al parecer esto no es suficiente para que mandatarios y empresarios de la región le apuesten al sector más competitivo y que genera más divisas que el café y las flores; un sistema económico que dejó en el 2018 más de 20 billones de pesos al país según el último informe del Banco de la Republica. 

No hay que juzgar la falta de cultura turística en la ciudad si analizamos que Cúcuta nunca tuvo una proyección en esta materia, al menos en serio. 

Lo que si hay que juzgar es la falta de visión de nuestros gobernantes y los fallidos intentos de proyectos y estrategias realizadas por los alcaldes de paso, como por ejemplo, los fracasos en anteriores administraciones para crear el centro de convenciones, tan necesario para realizar eventos nacionales e internacionales, captar negocios y ser una vitrina importante para los productos de numerosos emprendedores de la región.

Somos más que la actual coyuntura fronteriza y nuestros destinos turísticos no son únicamente los centros comerciales o rumbeaderos que cambian de nombre cada cinco meses. 

No podemos quedarnos atrás de ciudades como Bucaramanga, reconocida por ser uno de los destinos más atractivos del país para los extranjeros. 

Tampoco puede ser una excusa el pasado violento de nuestra región, porque ciudades víctimas del conflicto armado como Arauca, Leticia y Villavicencio, ahora renacen como zonas de postconflicto y pretenden ser consideradas regiones promocionadas a nivel internacional.

Mientras otros aprovechan y gestionan recursos para impulsar sus destinos, los cucuteños sumidos en una crisis económica, no sabemos lo que estamos perdiendo y vemos pasar por nuestros ojos la oportunidad de mostrar lo que sí nos representa. Esa riqueza natural y patrimonial que tiene Cúcuta y Norte de Santander la debemos revelar al mundo para que se deleiten de nuestras lagunas, bosques y montañas, de nuestra historia, de nuestra gente y sus productos. 

Expongamos al barrio San Miguel como el barrio del calzado o al barrio Lleras como el de las flores. Creemos souvenirs de monumentos y sitios representativos de la región hechos con la calidad de nuestra arcilla, o manifestemos con orgullo que esta tierra nortesantandereana tiene una inigualable ruta del café y del durazno. Es el momento para que nosotros también hagamos parte de los programas y proyectos liderados por el gobierno nacional para impulsar destinos que antes no daban acceso a sus recursos naturales y culturales por causa de la violencia.

Necesitamos atraer inversión a nuestra región, definir una vocación turística y contar con un gestor que planifique, desarrolle servicios y promocione una marca región. Lo anterior, enmarcado en una política pública que le de trazabilidad y potencial de realización a todos los indicadores y programas para el sector turismo. Tenemos demasiado potencial, y si gobernantes, empresarios y la comunidad en general trabajan en pro de este desarrollo, podríamos lograr el bienestar social y económico que deseamos. 

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