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Pacto de vasallaje
El poder de Ramiro Suárez es tan grande que hace que enemigos declarados como Miguel Ángel Flórez Rivera le acepten el “derecho de pernada”.
Jueves, 12 de Octubre de 2017

La carta de amor que el concejal Miguel Ángel Flórez Dávila le dirige a Ramiro Suárez Corzo (preso en La Picota por asesinato) es, en realidad, un pacto de vasallaje que hace su padre, Miguel Ángel Flórez Rivera (inhabilitado por el Consejo de Estado para ocupar cargos públicos  por participar en  “contratos indebidos”) a la manera como en la Edad Media los bandidos acostumbraban a sellar sus lazos de lealtad: el vasallo ponía las manos en las del señor y se declaraba “hombre suyo”.

Flórez Rivera termina su carta firmando “yo soy de ramiro Suárez”. Ni siquiera es de su padre, sino de Ramiro Suárez, es decir, esta declaración de abyecta y abierta lambonería hacia un criminal reduce a Flórez Rivera al nivel de un objeto propiedad de Ramiro Suárez, como lo puede ser, por ejemplo, un cenicero o un tapete.

Digamos que un cenicero, porque el tapete es su padre, que, habiendo dicho en el pasado que Ramiro Suárez lo quería asesinar, ahora pacta con el diablo por razones miserables para que, desde La Picota, le permita a su flota de vehículos Transontiveros dominar el trasporte público en la ciudad. Flórez Rivera es el tapete que pisa Ramiro Suárez

Este amor a primera vista con un criminal (“Y, fue así, al estrechar su mano y mirarlo fijamente a los ojos comprendí el porqué de su grandeza”), explica, de alguna manera, las razones de por qué Cúcuta es una ciudad pre-moderna y corrupta y degradada a la que se le ha negado la posibilidad de progreso, porque el clientelismo le otorga a ese tipo de vínculos anteriores a la modernidad, seguir regulando las relaciones políticas en las que no predominan criterios de igualdad sino de vasallaje.

En la modernidad todos estamos sometidos al derecho civil: todos somos iguales ante la ley. En el vasallaje (“yo soy de Ramiro Suárez”) se establece un vínculo de fidelidad individual en la que la ciudad poco importa o está en un tercer orden.

Esta columna debió titularse El tapete y el cenicero. El tapete es Flórez Rivera que ha dado muestras suficientes en su carrera política de carecer de principios. Empujado por una ambición desmesurada, Flórez Rivera está dispuesto tirarse al piso para que por encima de él camine Ramiro Suárez. Y, ya desde el suelo, ordena a su hijo, Miguel Ángel Flórez Rivera, que haga las veces de cenicero para que Ramiro Suárez apague sobre su moralina, todas sus vergüenzas. 

Dice la carta (escrita por el padre, firmada por el hijo) que Ramiro Suárez es “sabio en sus consejos”. ¿De verdad les parece a los Flórez Dávila que aconsejar a los paramilitares el asesinato de Alfredo Enrique Flórez, fue una decisión sabia? 

-Si hay algo peor que un asesino es un adulador de asesinos. Con la carta lambona que firma Miguel Ángel Flórez Rivera uno solo puede pensar que estábamos mejor cuando estábamos peor. Por eso Claudia López no lo aceptó en el Partido Verde: la hedentina de una cloacocracia no se puede disimular.

El poder de Ramiro Suárez es tan grande que hace que enemigos declarados como Miguel Ángel Flórez Rivera le acepten el “derecho de pernada”, y entregue a su hijo a la más miserable de las conductas humanas: la lambonería política.

En resumen: Miguel Flórez Rivera y su clan tienen toda la libertad para revolcarse en el fango que quieran; para engrudarse hasta el cuello de todas las inmundicias humanas. Allá ellos. Lo que no pueden hacer es feriarse la ciudad en La Picota. Y convertir a Cúcuta en su potrero. 

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