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Perdedores del año
En Colombia, diciembre empieza dos, tres meses antes. 
Sábado, 10 de Noviembre de 2018

En Colombia, diciembre empieza dos, tres meses antes. En las vitrinas de los centros comerciales, papá Noel, con su falsa barriga y su sonrisa ficticia, invita a volver ripio la futura prima.

Las rebajas están a la orden del día, sin que quede claro si son descuentos o desenhuesadas para evaporar saldos inútiles.

Los balances están al día. Madrugamos a escoger la mejor ficción  del año, el exabrupto más sonoro, el corrupto más olímpico, el gol más estético, el pedófilo más zen.

Decidí sumarme al desorden, me reuní conmigo mismo, cual manzanillo consumado hice quórum decisorio, y facilito escogí a los perdedores del año.

El título se lo llevaron Nairo Quintana y Rigoberto Urán por la forma sensata, casi alegre, como asumieron sus reveses trepados en la bicicleta en la que le dan la vuelta al mundo sin disfrutar del paisaje.

Los ciclistas no tienen tiempo de intentar una fugaz canita al aire. Regresan a casa con la libido intacta, nada de internacionalizarla. No necesitan polígrafo para garantizar que volvieron vírgenes.

Tienen que estar atentos a la próxima curva, al hueco que no aparece en ninguna WAZE, a no quedarse sin agua, a que fulanito no les vaya a sacar millonésimas de segundo porque se enojan los patrocinadores. Y los hinchas que, angurriosos, implacables, voraces, solo queremos, mínimo, que sonrían desde el podio. Lo demás, es fracaso puro.

Nairo y Rigo dieron cartilla de excelentes perdedores. Cero disculpas chimbas cuando sus contrarios lo hacían mejor.

Nada de dorar la píldora: que una gripita, que en la caramañola se metió un coctel a base de trinos de Trump que les arruinó la digestión y hubo que buscar el rastrojo para aligerar la tripa.

“Me costó coger el paso, me sacaron de punto… El cuerpo está bien pero no da más, el ritmo ha sido alto, no voy a decir mentiras, que estoy enfermo… Esto es lo que es, no tenía fuerza”, declaró en un final de etapa Nairo Quintana, “sin aliento y casi sin vida”,  con los micrófonos de los chicos de la prensa en las amígdalas.

Otras declaraciones suyas eran del mismo tenor. Nada del criollísimo “fuequequefueque” para bajarse por las orejas. Cuando al boyacense le tocó pasar de rey a peón de su compañero Valverde, dijo presente.

Su colega Rigoberto Urán, barajó igual. Al final de la jornada dio cartilla de calidad humana y pragmatismo: “Se sufre y se disfruta. La verdad he aprendido mucho en la vida y trato de que mi felicidad y estabilidad no dependan de los resultados, así llegue atrás o adelante. Disfruto montar en bicicleta”. Ahí está pintado el extrovertido urraeño, anfitrión este fin de semana pasado de parte de la élite del ciclismo mundial.

Tuvo tiempo para invitar a las mujeres a no dejarse maltratar, mijitas, del jijuemíchica varón domado. Cruz de Boyacá para elocuentes perdedores.

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