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Red de semillas
Es una larga y complicada jornada esta de vivir, de hallar nuestro verdadero mundo.
Domingo, 24 de Septiembre de 2017

La herencia cultural de cada pueblo está depositada en sus genes, con la vida deslizante creciendo entre nostalgias, con el espacio y el tiempo enmarcando épocas y culminando, lentamente, los ciclos que cada uno de ellos debe desarrollar.

La tradición es el discurso intelectual de los siglos, una secuencia de momentos previos que se van hilvanando en la historia para producir lecciones convencionales, las cuales deben respetarse como nociones de un cambio, gradual y un ajuste de las proporciones que se dan entre los actos, los tiempos y los sentimientos.

Del pasado al presente hay un trecho que debe transcurrir en trazos coherentes, sin perder del todo lo primitivo, cultivando esa especie de brecha que se forma en una isla del recuerdo, o una cápsula del tiempo que contiene los secretos de la vida: ahí debe la humanidad parar en cada jornada, tomar lecciones de dialéctica y continuar, muchas veces, hacia una educación que le permita equilibrar tiempos y espacios, costumbres, valores y antivalores y sanar, sanar permanentemente las heridas que deja la realidad inscritas con saña en la consciencia y laceran el alma.

Es una larga y complicada jornada esta de vivir, de hallar nuestro verdadero mundo, de ajustarnos a los designios de un tiempo que siembra las raíces, a veces muy hondas, y por ello tardan en germinar. Pero cuando brotan, poseen una fuerza demoledora que no se sabe de dónde salió y borra, con fiereza, las apariencias.

Si uno experimenta cosas que no imaginó, o no previó, es porque al tratar de ascender dejó caer al suelo las semillas de bondad que traía, aquellos originales y encantadores ritos de hacer de la existencia una réplica bonita de la propuesta del destino: debe lanzar una red de esperanza y atraparlas de nuevo.

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