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Rumba desmedida
Los rumberos, una vez les hace efecto el alcohol, no miden consecuencia alguna.
Sábado, 24 de Noviembre de 2018

El 25 de junio de 2017, las redes y medios de comunicación abrieron sus páginas con un trágico accidente ocurrido en El Malecón, cuando el reloj marcaba las cuatro de la mañana, en el cual perdieron la vida dos jóvenes y cuatro más quedaron heridos. 

Las fotografías del vehículo fueron realmente impactantes, pero no tanto como el dolor que debieron sentir los progenitores de las víctimas. 

A la fecha, se tiene que los presuntos culpables, no admiten los hechos y la decisión del juez pasará al próximo año.

Al respecto, es necesario llamar las cosas por su nombre y de ahí que casi todos los días, se observan estancos y demás establecimientos con buena clientela y cuyas edades varían entre 18 y 25 años.

Los rumberos, una vez les hace efecto el alcohol, no miden consecuencia alguna y para ellos, la pilatuna es buena cuando amanecen bebiendo licor en altas dosis, situación que limita cualquier raciocinio que evite un accidente.

Por su parte, la parte operativa de la Policía Nacional en materia de tránsito, instala algunos retenes, tratando de poner la casa en orden, pero por lo general se encuentran con conductores que no pueden modular palabra alguna, por cuanto la dosis de alcohol en la sangre, es tan alta que con la simple observación se puede evidenciar el estado anímico del infractor.

De todas maneras, está consignado en la ley el procedimiento a seguir, sin embargo los borrachitos y sus amiguitos (as) se llenan de valor para insultar a los Patrulleros, con frases de grueso calibre y demás comportamientos propios de delincuentes y ni por un instante su cerebro procesa información de salvavidas, misión que siempre tienen los uniformados.

Muy rara vez destaco la tarea de la Policía Nacional en esta temática, pero la verdad, ellos no pueden seguirle el ritmo a los niños que conducen a altas velocidades, poniendo en riesgo su vida y la de las personas que irresponsablemente, admiten ser sus pasajeros, todos en estado catatónico, toda vez que el número de rumberos es tan grande, que ni dejando en servicio la totalidad de policías asignados a nuestra ciudad, se puede controlar tan complejo panorama. 

El problema no es falta de presencia de la autoridad, sino falta de autoridad de los padres de familia de aquellos jóvenes que pueden libar dos o tres días, sin importar las consecuencias. A ellos, les recomiendo buscar el contacto de los conductores del accidente fatal, para que les cuenten de primera mano, en qué puede terminar una rumba desmedida. 

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