La columna de opinión del periodista Daniel Coronell en la revista Semana fue siempre un aporte a la revelación de hechos del mayor interés público relacionados con actos de corrupción en sus más variadas formas. El rigor de la investigación no dejó cabos sueltos y los actores de los casos denunciados no pudieron evadir sus responsabilidades así se aferraran al pataleo como recurso de escape. Y la intención no era afectar el buen nombre de nadie, en particular, sino de ejercer el derecho a informar con certeza, como es el deber de todo comunicador.

El ejercicio del periodismo asumido por Coronell es, además, la expresión de sus convicciones sobre la libertad aplicada a los medios y la información. Con lo cual se garantiza la sujeción a la transparencia, a la precisión, a la veracidad en las versiones de lo que se cuenta o se comenta.

En un país con tendencias tan dogmáticas y acentuados extremismos, más el predominio de intereses articulados al poder, con efectos de distorsión de la realidad, la libertad no está exenta de cacerías de restricción. Y aunque la Constitución consagra la norma de que “no habrá censura” la tentación de aplicarla es un riesgo agazapado.

La ruptura entre Coronell y Semana, cuyo desenlace fue la decisión de los dueños de la revistade suspender la publicación de la columna del periodista deja claro que en cualquier momento salta la liebre de la limitación a la libertad. Y el caso genera alarma dado que la revista profesa principios democráticos y la prestancia del periodista es de general reconocimiento. Haber llegado a ese punto da lugar a preocupaciones sobre la estabilidad de las reglas destinadas a preservar el buen periodismo. Caer en lo deleznable puede dar lugar a una crisis de confianza.

De todas maneras, la decisión de Semana es un paso atrás y deja una fractura lamentable, con beneficio tan solo para ciertos oscurantistas que llevan amarrada a su existencia la represión contra las expresiones de independencia en la sociedad.

La censura es una forma de opresión y no debe tener cabida en los medios cuando estos tienen respeto por lo opinión y no están sujetos a los absolutismos que sustentan su razón de ser en la intolerancia, la tergiversación, la exclusión y la ignorancia.

Es lamentable que la información de los hechos de interés público esté sometida a sesgos que alteran su contexto. Como lo es también respecto a la cultura. En tiempos de inquisición esas prácticas configuraron agresión a la inteligencia y desataron tormentas históricas. Su repetición sigue teniendo el alcance de ultraje a derechos fundamentales.

Se requiere un cambio de rumbo para evitar volver a caer en ese traspiés de la revista Semana con respecto a Daniel Coronell. Los mismos directivos de Semana saben que esta reflexión está en lo cierto, pues su estirpe no debe afectarse por ligerezas nocivas.

Puntada

Es un despropósito justificar los falsos positivos de los militares colombianos por las atrocidades de los grupos armados ilegales, como lo plantearon en un diálogo en la W Radio Hernán Peláez y Vicky Dávila.

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