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Una nueva sociedad que innova y se auto-organiza a través de la tecnología
La tecnología ha sido un factor fundamental para que la sociedad se auto-organice de forma constante. 
Sábado, 17 de Junio de 2017

Los seres humanos vivimos a diario en una constante e intensa interacción con la tecnología.  El resultado de ello es una sociedad tecnológica, dinámica y cambiante que requiere un nuevo orden social y soluciones surgidas de sí misma. 

Muchas de las soluciones de hoy se han dado por la simple interacción de los ciudadanos, a partir de una necesidad. En el proceso creativo no ha existido un actor o cualquier forma de jefatura que controle e imponga condiciones. Tampoco ha existido alguien con el poder único para definir las políticas y los planes para alcanzar el objetivo deseado, más bien el objetivo se ha alcanzado por reglas simples que producen una organización social nueva y propia. A esto es lo que podemos llamar auto-organización.

La tecnología ha sido un factor fundamental para que la sociedad se auto-organice de forma constante. Sobre todo porque la sociedad no puede esperar a que las estructuras formales de lo privado y/o lo público le provea lo que necesita con la alta calidad y eficacia que exige. 

Como producto de auto-organizarse mediados por la tecnología, surgen frutos inesperados, representados en interesantes desarrollos. En lo global, hemos visto emerger la creatividad ciudadana. Nuevas soluciones tecnológicas para mejorar el servicio de trasporte público cómo la polémica aplicación UBER es un ejemplo.  También, otras soluciones que consideran los mismos principios auto-organizantes como AIRBNB, una aplicación que iniciaron dos muchachos en San Francisco, California (USA), al verse cortos de dinero y no poder pagar la renta. 

Lo primero que pensaron, Joe y Brian, fue en rentar tres colchones inflables a viajeros. El valor agregado fue ofrecer un desayuno incluido en el precio de la renta. También se preocuparon por brindar atención amable y orientación al turista.  Promocionaron su servicio a través de un blog de internet en el que mostraban su ubicación en mapas.  Sus primeros clientes fueron dos hombres y una mujer que, en 2007, pagaron cada uno 80 dólares americanos. Después de escalar su negocio, de perfeccionarlo en cuanto a estrategias de mercadeo y de hallar inversionistas, Airbnb se llegó a valorar en 2014 en 10 billones de dólares.  

Lo que nos muestra la experiencia de Airbnb es que en cada una de nuestras necesidades existe una oportunidad potencial para innovar. Lo interesante, es que en la mayoría de las ocasiones, las innovaciones no son premeditadas, ni vienen de procesos muy elaborados. 

Más bien, surgen de situaciones sencillas que llevan a soluciones prácticas. Esas que son las más difíciles de pensar y que cómo idea de negocio muchos nos dirían: ¡no lo intentes, será un fracaso!

Según el psicólogo organizacional de IDConsulting, Dr. Mauricio Huertas: “innovar es tan simple como tomar algo ya existente y transformarlo en un elemento que genere valor, que mejore la organización, la vida y sus prácticas habituales. Una innovación puede ser enorme o diminuta, sólo hay que tener presente que la idea hay que implementarla para que genere valor no sólo económico, sino social”.   

La regla natural que ha dado valor a muchas innovaciones parece ser única: brindar servicios de calidad, amigables y a costos razonables debido a la eliminación de los intermediarios.  

No obstante, para que la innovación sea aceptada en una comunidad y Estado debe estar dentro de la legalidad y la constitucionalidad, por lo menos del país en que se genera y aplica por primera vez; pero lo que hemos visto es que la innovación sobrepasa las fronteras nacionales.  Surge entonces, un reto con dos caras. La primera le corresponde a los innovadores y tiene que ver con el ajustar su creación a las variantes de ley que tienen los Estados.  La segunda cara, y tal vez la más interesante, es que es deben surgir acuerdos de transnacionales entre gobiernos, para generar programas que inviten y soporten un amplio rango de proyectos innovadores de interés regional.  

Es claro que la dimensión transnacional de la innovación tiene grandes beneficios. No sólo por ser una forma enriquecida de aprender, sino porque es una manera alternativa para que los gobiernos se adapten a las corrientes universales que se generan por auto-organización social. Esas que absolutamente han cambiado y seguirán cambiando el mundo. Ante los sistemas estatales y privados rígidos, empobrecidos de creatividad, dominados por el control y la centralidad, la sociedad seguirá buscando caminos y soluciones para sus problemas y seguramente se aproximará a ellas desde una perspectiva inesperada.

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