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Veintidós años después
Y lo más triste es que los señores del ELN nunca entendieron el inmenso daño que causaron a la región con su atroz y absurdo asesinato.
Sábado, 3 de Agosto de 2019

Querido papá:

Sentarse cada año desde hace 22, al frente del computador en ese entonces, y ahora del Ipad, es un ritual triste y doloroso que me recuerda en forma cruda y directa que estamos en un país en el cual lamentablemente la vida perdió su valor y nos acostumbramos a ello como si estuviéramos condenados por algún designio divino a vivir en medio de la violencia, la barbarie y los asesinatos. 

Precisamente la semana pasada convocamos desde Defendamos La Paz una marcha que resultó exitosa por la gran movilización de ciudadanos en muchas ciudades del país y en el exterior, pero que al mismo tiempo demostró nuestras dificultades para llegar a acuerdos como sociedad, incluso en una causa tan sencilla como la defensa de la vida de los líderes sociales que, como hace 22 años, son amenazados y asesinados por luchar por sus territorios.

Por ello, todos los años resulta difícil escribir estas líneas, en la medida en que a veces siento que a pesar de tantos esfuerzos, medidas y avances en muchos aspectos, seguimos estancados en el propósito esencial que debe tener cualquier sociedad: vivir en paz, con tranquilidad y seguridad, sin matarnos porque pensemos diferente. 

Así de simple y al mismo tiempo que difícil de lograr. Cuando creíamos que con el acuerdo con las Farc abríamos el camino a consolidar La Paz, surgen divisiones y una aguda polarización que frena las posibilidades de reconciliación y convivencia nacional. 

Nos enfrascamos en agudas confrontaciones políticas que impiden que la gente que vive en los territorios más afectados por la violencia pueda efectivamente cambiar para mejorar sus condiciones de vida. 

Los habitantes de Putumayo, Chocó, Cauca o el Catatumbo, contemplan desconcertados como desde Bogotá los dirigentes discuten sobre Santrich, la extradición o Andrés Felipe Arias, y no sobre la mejor forma de agilizar la implementación de los acuerdos de paz y la inversión en los PDETS en sus territorios abandonados históricamente por el estado.

El panorama entonces ha empeorado desde el último año que le escribí papá. Se cumple el primer año de gobierno del Centro Democrático que ganó las elecciones con la bandera de la oposición al acuerdo con las Farc y todo este tiempo se ha dilapidado en debates eternos, inútiles y desgastantes sobre las reformas a un acuerdo blindado por la Corte Constitucional y con gran respaldo en el Congreso y la comunidad internacional. 

Insisten en congelar el país en el año 2016 y con las propuestas de reforma constitucional y las objeciones presentadas a la ley estatutaria de la JEP, decidieron hablarle a sus bases electorales y no escuchar a un país cuya ciudadanía, la que votó por el SÍ y la que lo hizo por el NO, quiere doblar la página, mirar hacia el futuro y no quedarse estacionada en el pasado. Entienden que más allá de los interminables y agotadores debates sobre el contenido de los acuerdos, la contundente realidad es que disminuyó la violencia, se desarmaron efectivamente más de 10.000 hombres y mujeres y la guerrilla de las FARC desapareció después de 52 años de causar violencia y destrucción al pueblo colombiano.

En su primer año el Presidente Duque quedó atrapado en el ala más radical de derecha de su partido y no logró construir un gran propósito para su gobierno, distinto al de acabar con el acuerdo de paz. Durante este tiempo tuve la fortuna de participar activamente en la creación e impulso de dos iniciativas que han ocupado mi tiempo y trabajo. Primero fue EN MARCHA, movimiento político, ciudadano e independiente que surgió con todos los liberales que decidimos abandonar con tristeza y nostalgia el partido con el que nacimos y crecimos. En esos días lo recordé mucho papá, con su camiseta roja y pantalón caqui, gritando emocionado su ¡Viva el Partido Liberal!  Gaviria lo enterró y hoy parece más que director un agente liquidador del otrora glorioso y mayoritario partido. Ha sido una experiencia difícil pero estimulante y alegre que nos ha permitido a muchos aprender nuevas formas de comunicación con la gente y conocer liderazgos jóvenes y renovadores realmente importantes. Ya En Marcha fue reconocido por el Consejo Electoral, su nombre empieza a sonar y tenemos candidatos por todo el país para las elecciones de octubre. Aunque el objetivo de mediano plazo es participar en las elecciones parlamentarias y presidenciales del 2022.

La otra criatura que nació este último año y que ha sido gratificante por su novedad y utilidad para el país es Defendamos La Paz, un movimiento de ciudadanos de todos los matices políticos y orígenes sociales y regionales que conformamos de una manera espontánea y sorpresiva y que hoy se ha convertido en el gran dique de contención de las intenciones del gobierno de acabar con el acuerdo de paz. Una experiencia maravillosa que compartimos con gente que piensa muy distinto y en la que participan incluso los ex combatientes de las FARC convertidos en partido político y los compañeros de negociación del acuerdo por parte del estado. Hoy somos miles quienes conformamos esta plataforma ciudadana virtual, a la que cada día se suman más colombianos que nos resistimos a regresar a los tiempos de la confrontación armada generalizada.

En fin papá, como verá en medio de las dificultades este año han sucedido cosas positivas y hemos podido construir y consolidar proyectos para defender el modelo de país y sociedad en el que creemos: la defensa de la vida, de las libertades y derechos de los colombianos, de la equidad social y la inclusión. Alrededor de En Marcha y de Defendamos La Paz trabajaremos los próximos años con espíritu colectivo y constructivo para dejar a sus nietos un país mejor. Todos los días lo recordamos y extrañamos papá. No dejo nunca de imaginarme su vejez tranquila y feliz en su ciudad, rodeado del afecto y el respeto de tanta gente que lo quiso y del amor y la admiración de nosotros, su familia. Esa merecida vejez que los violentos nos arrebataron. Y lo más triste es que los señores del ELN, que insisten en la violencia hasta hoy, nunca entendieron el inmenso daño que causaron a la región con su atroz y absurdo asesinato sobre el cual aún no dicen la verdad ni piden perdón. Su consultorio sigue lleno de su aliento, de su vida, su sonrisa y su ejemplo en el centro de Cúcuta. Su vida seguirá siendo motivo de orgullo para nosotros papá. Jamás olvidaremos tanto

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