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Ahora, descentralización (II)
Cúcuta, por su parte, es la mayor ciudad fronteriza terrestre de Colombia.
Sábado, 11 de Noviembre de 2023

Grosso modo, el país tiene seis regiones con linderos muy difusos y con muy disimiles niveles de desarrollo: las regiones caribe, pacífica, andina, la Orinoquía, la Amazonía y los territorios insulares. Las de mayor desarrollo relativo son la región caribe y la región andina, esta última beneficiaria del centralismo crónico y la que más subregiones contiene, tales como el altiplano cundiboyacense, la subregión paisa, el eje cafetero, los santanderes, el suroccidente y el suroriente.

La región pacifica también puede dividirse en su subregión chocoana, la subregión valluna y la subregión sur. La región amazónica es la más deshabitada y la región de la Orinoquía tiene poca densidad poblacional, pero son medio país geográficamente hablando. La principal región insular es el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina en el caribe; en el pacífico están Gorgona y otras, consideradas deshabitadas.

Estas regiones y subregiones se pueden asociar, a áreas metropolitanas que en realidad serán las semillas de la descentralización de Colombia. En la región caribe, el multipolo de áreas metropolitanas de Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, son claramente una región metropolitana.

Las subregiones andinas tienen asociadas claramente sus centros metropolitanos, muchos de los cuales ya tienen existencia legal. Antioquia gira alrededor del área metropolitana del Valle de Aburrá; Bogotá metropolitana, que es un absurdo que no exista jurídicamente, es el núcleo del altiplano cundiboyacense. El eje cafetero es un caso similar al de la región caribe con multipolos metropolitanos en Manizales, Pereira y Armenia, convirtiéndola en una región metropolitana. Las áreas metropolitanas de Bucaramanga y Cúcuta están muy lejos de ser un dipolo metropolitano y para todos los efectos actúan como centros de sus respectivos departamentos.

Cúcuta, por su parte, es la mayor ciudad fronteriza terrestre de Colombia y sí hace un dipolo metropolitano binacional con el área metropolitana de San Cristóbal en el estado Táchira venezolano; estas áreas metropolitanas binacionales no solo requieren gestión descentralizada sino supranacional. Leticia haría un área metropolitana trinacional con Tabatinga de Brasil y la peruana Santa Rosa de Yavarí. El área andina suroriental sufre un fenómeno similar a los santanderes con las áreas metropolitanas de Ibagué y Neiva, como centros de sus departamentos.

Sin querer ser exhaustivos, el concepto es que Colombia es un país mayormente urbano (75%) y que son las ciudades en su concepción metropolitana, las que pueden gestionar mejor la descentralización. Y que la unidad nacional requiere proyectos de infraestructura de transporte que superen la separación geográfica en cada subregión y en especial entre las regiones y subregiones. El tren y el modo fluvial, desconocidos en Colombia, aparecen hoy como los modos más apropiados.

Lograrlo pasa por programar el desarrollo desde lo regional y abandonar el sesgo ideológico del estado como motor del desarrollo. Los volúmenes de inversión que requiere un país con la topografía exuberante y la infraestructura paupérrima de Colombia, solo es posible con inversión privada nacional e internacional y el primer paso es colocar las instituciones para lograr esto, que no son las actuales.

Descentralizar llevará en el mediano plazo a responder preguntas como: ¿En un país descentralizado es mejor el sistema presidencialista o el parlamentario? ¿Cuál deberá ser el alcance de la descentralización que garantice su buen funcionamiento y la unidad nacional? ¿Cómo se deberá reorientar la legislación a la protección de la propiedad privada, la estabilidad jurídica y fiscal? ¿Qué tanta legislación de esta será nacional y cuanta regional? ¿Qué papel jugará la regulación estatal y que industrias son de alcance local, regional o nacional? El tema es de amplísimo alcance.

La dinámica jurisprudencial de la garantía constitucional de derechos sin importar e incluso demonizar el desarrollo económico, nos está llevando al socialismo del siglo XXI; los planteamientos jurisprudenciales de la descentralización nos puede llevar a una democracia plena. La apuesta es muy alta porque la mayoría de los mandatarios no quieren el socialismo, pero si un estado grande del cual han vivido. Suena a utopía.