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Anécdota de una columna
Así transcurre la historia y terminan enamorándose y casándose con la amiga, solo que las dificultades vendrían a los pocos meses.
Domingo, 24 de Diciembre de 2023

Hace aproximadamente diez años escribí una columna por los días de navidad que, por casualidad terminó en Oslo; la historia ocurrió así: en Noruega un hombre trabajaba en un pozo petrolero a 300 metros bajo el mar, a pocos kilómetros del polo norte, y con el agotamiento y melancolía de vivir en ese intenso frío, en alguna ocasión llega a su apartamento en Oslo y busca imágenes de países tropicales en los que la vida pudiera transcurrir de la mano del sol con más ligereza. Así lo hizo, y encontró imágenes de la isla San Andrés, y en su búsqueda, en tiempo real, ubicó a unas mujeres que estaban buceando. Una de ellas era una procuradora de Bogotá que alternaba su intenso trabajo con ir con frecuencia al mar y sumergirse. El hombre de Noruega la ubica en Colombia, se comunican, intercambian imágenes de sus países, se conocen virtualmente y un día él le propone si podrían verse aquí; una vez con la aceptación, empaca su ropa y llega a Bogotá. Lo conocí a Tort un día y era un enamorado de Colombia, de su gente, de sus paisajes. En alguna ocasión me decía que quería venirse algún día y vivir en el país.

Así transcurre la historia y terminan enamorándose y casándose con la amiga, solo que las dificultades vendrían a los pocos meses. Como quiera que trabajaba en una empresa petrolera en Noruega, cuando su empleador se da cuenta que Tort viajaba mucho a Colombia, le pregunta sobre las permanentes razones de su frecuencia en venir a un lejano país. Sin dudarlo, le dice a su patrono que se había casado con una colombiana, les decía que este era un país maravilloso, les hablaba sobre la amabilidad de la gente, sus montañas y ríos, y la respuesta del patrono fue demoledora: “Le prohibimos que viaje a Colombia porque si lo llegan a secuestrar, no nos haremos responsables de su rescate”.  Hace diez años, como lo hago cada semana, mirando en uno u otro lado sobre lo que puedo escribir el domingo, me dije, esa es la columna, algo así recuerdo que la titulé como el mejor embajador que tiene el país. El argumento era sencillo, se trataba de un hombre que vive cerca al polo norte, que no está en nómina, y no hace sino defender a Colombia lejos de sus fronteras, ama a su esposa y su gente. Para que más.

A los pocos días después de publicada la columna y sentí fue algo de vergüenza con mi amiga de contarle que por allá en una ciudad fronteriza habían escrito una columna sobre su historia de amor. Desde luego que en su momento no lo hice con nombres propios, pero bueno, tomando un café con ella decidí comentarle, y lejos de incomodarse, me dijo llamemos a mi esposo que está en Noruega y le decimos que escribieron en un periódico de Colombia una columna sobre su país. El noruego que acababa de llegar del trabajo por los días de diciembre con un implacable frío, le dice a su esposa, espera prendo la chimenea, me sirvo un coctel y me la lees, Así fue, a las pocas líneas de lectura se da cuenta que se trataba de su historia. Su esposa viajó por esos días a pasar la navidad en Oslo, y una de sus sorpresas es que Tort había invitado a sus amigos a una cena de navidad, y parte del regalo a los invitados, fue la columna de la Opinión que contaba su historia, traducida a su idioma, enmarcada. Hermosa historia de una columna de la Opinión que terminó en una reunión de navidad en Oslo. Feliz Navidad.                                                            


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