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Bombas ideológicas
Decir todo esto no es arrojar una bomba ideológica, como tampoco lo es pedir la renuncia de Carrasquilla por enriquecerse con los ‘bonos del agua’.
Domingo, 16 de Septiembre de 2018

Para los injustos y corruptos, cuando se denuncia un delito, se están sembrando odios o tratando de inculcar criterios ideológicos perjudiciales. Así hicieron ver la iniciativa anticorrupción de la consulta pasada, y así están haciendo ver la denuncia de Daniel Coronell en su más reciente columna. Según un sector de la política nacional, los que no estamos de acuerdo con su forma de gobernar y su improvisación en la formulación de políticas públicas, estamos arrojando bombas ideológicas para perjudicarlos. 

Cuando alguien habla de las consecuencias negativas que experimentarían la mayoría de los colombianos si se aplica IVA a la canasta familiar, se le juzga de comunista y de no aportar al Estado de bienestar. Se equivocan, porque preocuparse por otros seres humanos, además de nosotros mismos, no es un acto político, sino racional. 

Además, sea en educación, cultura o salud, es claro que el Gobierno Nacional no está cumpliendo con las expectativas de los colombianos y que está manejando importantes temas de la agenda política como si fuesen fichas de parqués. No hay planificación seria ni hacedores de política pública coherentes. Basta ver la calidad de los argumentos con que se pretende construir la política de la dosis mínima: Fascismo y juicios subjetivos hacia la apariencia de los jóvenes. A estos gobernantes les parece bien que un policía dictamine si alguien padece de un vicio o no sólo con mirar su vestimenta, o que los padres del señalado apoyen o desmientan su versión. ¡Cuánto profesionalismo! 

Decir todo esto no es arrojar una bomba ideológica, como tampoco lo es pedir la renuncia del Ministro Carrasquilla por enriquecerse con los ‘bonos del agua’ y con ello causar el empobrecimiento de más de cien municipios, es simplemente evitar que un corrupto maneje una de las carteras con mayores recursos de la Nación. 

Revisando las disminuciones en el presupuesto de los rubros de cultura y deporte, los cuales contarán con poco más de 300 mil millones para el 2019, son claras las prioridades del Estado, lo cual es decepcionante. Cuesta creer que para el Estado sea más importante mantener un Congreso, que de paso sea dicho, poco representa los intereses y necesidades de sus electores, que los programas culturales, recreativos y deportivos, esos mismos que, según investigaciones de política pública, permiten alejar a la juventud del consumo de estupefacientes.

Criticar la extinción del programa ‘Ser Pilo Paga’ también es soltar una bomba ideológica, según ellos. Sin embargo, seguiremos hablando y discutiendo mientras nos lo permitan. Además, lo malo no es que Ser Pilo Paga se acabe, sino que no haya ninguna otra manera de que los jóvenes accedan a la educación profesional, sólo a programas técnicos y tecnológicos para convertirse en empleados de menor costo.

Decir todo esto no es soltar bombas ideológicas como piensan los sectores de derecha más recalcitrantes, sólo es intentar que la sociedad reaccione y reclame lo que es suyo: Los derechos. 

Los colombianos de a pie no reclamamos el dinero, como sí lo hacen los funcionarios corruptos, no peleamos por billones de pesos, sino por la garantía de los derechos y la protección de nuestros segmentos poblacionales: Niños, jóvenes, adultos mayores, personas en condición de discapacidad, grupos étnicos y minorías sexuales, entre otros. 

Los columnistas, editorialistas, y otros hacedores de opinión no queremos acabar con Colombia, como dicen algunos políticos y sus miles de seguidores. Además, no podríamos. Nuestro amor por el país no nos dejaría, ni aunque lo intentáramos. Los únicos que están acabando con la Nación son los que mataron a Gaitán, Galán y Garzón, quitándonos la oportunidad de ser un país más reflexivo y unido. Los que están acabando con el país son los que se roban los dineros del Estado, los que no hacen nada para evitar que nuestros líderes sociales sigan siendo asesinados, a los que les preocupa más que un sacerdote haya decidido vivir otra vida diferente y transparente, que los dos niños Embera muertos por desnutrición y los otros 100 amenazados por la misma causa. 

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