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Carta a Guido Pérez
Seguramente ya te encontraste allá con tu amigo, nuestro amigo, Luis Vicente, que hace poco se fue a echar discursos en la patria celestial.
Jueves, 8 de Febrero de 2024

Hola, Guido.

Hoy hace exactamente tres años te fuiste a cambiar de clima. Me alegro por ti (por vos), pero lo siento por nosotros, tus amigos, tus allegados, tus familiares, que aún no podemos acostumbrarnos a tu ausencia. Dejaste un vacío en todos los que te queremos. Extrañamos tus risas, tus versos, tus canciones, tu amor por la vida. Extrañamos tu mano amiga. 

Me imagino las guachafitas que formarás allá en el cielo, junto a otros amigos de la Academia de Historia, que se marcharon por la misma época en que tú te fuiste: el padre Eloy Mora con sus carcajadas recias; Pablo Emilio Ramírez, cargado de sabiduría; Ángel Samuel Sierra, encumbrado jurista; Luis Eduardo Lobo Carvajalino, hombre de universidades, el médico Ramiro Calderón, lleno de ciencia y de cultura general, y Mario Villamizar Suárez, hacedor de proyectos y grandes ejecutorias. Supongo que con ellos harás conversatorios de la historia de los pueblos, que tanto te gustaban. Y recitales de poesía, con tus versos:

“Vos sos, terruño amado,
el lugar de promisión, 
la aldea soñada, 
bucólico lugar de mis ancestros
detenido en estación de primavera”
(A La Playa de Belén). 

Y seguramente cantarás, acompañado por la lira de algún ángel bohemio como tú, una de tus canciones:

“Qué quieres que te diga/ después de la ausencia/ de mi añejo pueblo/ si ya no están mis viejos/, si el amor con ellos/también se marchó.” (¿Qué quieres que te diga?, canción)
Lo que quiero decirte, Guido, es que el cielo debió contagiarse de tu alegría, que siempre fue tu carta de presentación por donde quiera que ibas.

Seguramente ya te encontraste allá con tu amigo, nuestro amigo, Luis Vicente, que hace poco se fue a echar discursos en la patria celestial. Y recordarás las “tenidas” en noches veraniegas por los lados del Zulia, en su cabaña acogedora y querendona. Tú cantabas, yo zurrungueaba la guitarra y él y los otros amigos preparaban la chicharronada.

Por eso es que nos haces tanta falta, amigo, hermano. Y para rajar del prójimo, que para eso éramos buenos tú y yo y los otros, pero de una manera sana, sólo por tener motivos de risa y alegría. “Ahí les dejo el cuero”, decías cuando te alejabas momentáneamente del grupo.

Ahora cuéntame, ¿Ya les montaste a las avecillas del cielo, el restaurante para pájaros que siempre les organizabas aquí en la tierra? Cuando yo vi en Chinácota el revolotear fantasioso de los pájaros que te buscaban para que les abrieras la posada de comidas, vi en ti a un gran poeta, amador de la naturaleza, cual otro Francisco de Asís, que gozaba, como tú, con el canto bullicioso de los pájaros y el estruendo multicolor que se adueñaba del paisaje.

¿Y qué me dices de las orquídeas? Creo ver, y espero no equivocarme, las grandes hileras de tan bellas plantas, allá sobre las nubes, y al Señor regocijándose con tus preciosos jardines. Jardinero del amor y de la esperanza eras aquí en la tierra, y allá serás jardinero de la felicidad eterna.

De ésta tu patria, te cuento que vamos mal. El presidente Petro está insistido en ponernos a pelear entre nosotros mismos, alebrestando a sus seguidores y no sabemos en qué irá a parar este miercolero. Por lo demás, todo bien. Insoportables los calores, a veces. En días pasados estaba ardiendo el mundo por sus cuatro esquinas.

Bueno, Guido, un abrazo, y no olvides irme preparando un puesto al lado tuyo. Te sigo queriendo.

La ñapa: Preparémonos para reír y gozar el 29 de febrero. Después les cuento.    


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