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Carta a Lucca
Tu infancia me parece prodigiosa, aunque muy diferente de la mía.
Jueves, 28 de Septiembre de 2023

Hola, nieto:

Mañana estarás de cumpleaños, y aunque tú no entiendas muy bien eso de festejar los primeros tres años de vida -bautizo incluido-, tu mamita (la reina), está que no se cambia por ninguna, y tu papito, y nosotros tus nonos y tus abuelos (nonos somos los de Cúcuta y abuelos los de Bogotá), y tus tíos y tías y demás familiares.

Estás en la edad en que todo lo que haces nos parece gracioso, y tus carcajadas y tu alegría y tus ocurrencias nos transportan a otros mundos, y es cuando la vida se nos vuelve maravillosa. Sabemos, entonces, que Dios existe, y le damos las gracias por haberte puesto entre nosotros, aquel 29 de septiembre.

¿Sabes? En septiembre, unos antes de que tú llegaras, mi mamá, tu bisabuela, se fue a vivir al cielo. Estoy seguro que desde allá te mandará sus bendiciones y estará que baila en una pata, por tu cumpleaños, pero sobre todo por tu bautizo.

Septiembre es un mes que a mí me gusta mucho, casi tanto como diciembre. El Niño Jesús de Praga también festeja su día en este mes, y has de saber que este milagroso Niño es devoción de la familia. Tu mamá y tus tíos maternos fueron de los Amiguitos de Jesús, una devoción que dirigen los padres Carmelitas y que agrupa a muchos niños que desde pequeños se inician en los asuntos del cielo y aledaños.

Le damos, pues, gracias al Niño de Praga, y seguimos sacándole jugo a tu manera de ser, que cada día nos asombra más. Tu nona brinca y llora de alegría, tu mamá corre a la pata tuya tomándote fotos y videos, tu papá quiere que seas un ciclista consumado y yo te leo cuentos a mi modo. Es decir, cada uno tira para su lado, y tú nos complaces a todos, porque para todo tienes cuerda.

Tu infancia me parece prodigiosa, aunque muy diferente de la mía. A tu edad ya tú manejas los canales de muñequitos en el televisor y juegas en el celular de tu nona y manejas mejor que yo, el control de la pantalla. En cambio, a esa misma edad, yo escasamente tenía un caballito de palo, un trompo y unas bolas de cristal.

Los tiempos cambian, mi querido Lucca.

Sin embargo, antier descubrí que tenemos algunas cosas parecidas. No sé cómo, pero resultamos tú y yo jugando a los vaqueros. Yo lo jugaba de niño, con mis compañeritos de escuela, pero tú ni siquiera has ido al kínder. De pronto tú me gritaste “manos arriba,  nonito Tavo” y yo levanté mis brazos y corrí a esconderme, y te respondía con mis pistolas imaginarias, y vi cómo te arrastrabas por el suelo para sorprenderme, y yo, que no soporto el dolor de piernas y de espaldas y que nunca me agacho, me vi también en el piso disparándote por debajo de la cama y los butacos, donde tratabas de esconderte.

Tu mamá y tu nona pusieron el grito en el cielo, pues no son juegos para niños, sobre todo en esta época de violencia. Yo lo sé, y también sé que no son juegos para viejos, pero los disparos siguieron sonando por encima de los gritos y las cantaletas. Me sentí niño de nuevo, y estoy seguro que rebajé muchos años de los que ya cargo a cuestas.

Anoche te escuché cantar canciones con letra y música que tú inventabas. Y brinqué de alegría. A media lengua eres el mejor compositor que yo he escuchado. Gracias, Lucca, por tus ratos de vida junto a la mía.

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