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Ciudad apretada
No hay espacio para caminar, ni para hablar, ni siquiera para discutir.
Jueves, 28 de Septiembre de 2017

Cúcuta es una ciudad apretada porque ya no hay espacio para respirar, ni para caminar, ni para oír el canto de los pájaros en los parques al atardecer: ¿no han sentido ustedes un taladro que perfora los huesecillos del oído cuando un vendedor ambulante anuncia con megáfono la venta de aguacates? El anuncio, que se asemeja al llanto de una manda de elefantes, produce un temblor de tierra, tumba puertas y ventanas, rasga las cortinas de la sala, voltea la mesa del comedor, desordena los papeles del escritorio y se instala en el oído como un taladro de ferretería. 

No hay espacio para caminar, ni para hablar, ni siquiera para discutir.

Vivimos apretados. Aquí ya no cabe un carro más, ni un edificio, ni un puesto de perros, ni un migrante, ni un testigo de Jehová, ni un abogado, ni un periodista, ni un embolador, ni un senador, ni un ladrón, ni un cantante de buseta, ni una moto más, porque no hay espacio para tanta gente: no cabe en esta ciudad otra iglesia ni otra sede del partido de lo que sea; no caben más curas ni pastores ni médicos, ni profesores, ni droguerías, ni militares, ni policías, ni carros de la basura, ni primeras damas: porque hay muchas. 

Tenemos tantas cosas en abundancia, como la pobreza, por ejemplo, que ya no cabe un pobre más. Y nada de lo que tenemos nos sirve. No sirven para nada los concejales que tenemos, que son muchos, y estorban. Tampoco sirven los políticos que han desangrado a esta ciudad y la siguen desangrando a través de sus vástagos. Porque en esta ciudad, donde ya no cabe un ser humano más, tenemos, a falta de uno, dos Miguel Ángel Flórez, dos Corzo o tres o cuatro; Y otro Rincón, hijo de su padre, tan cuestionado, tan indecoroso. Porque ellos se reproducen como conejos. En un periodo de celo pueden tener múltiples camadas de hasta siete crías, dos decretos y una adhesión. Realmente un vástago en el Concejo es un conejo. De esta endogamia, por deformación genética, sale gente sin principios. 

Cúcuta debe ser el único lugar del mundo que no tiene uno, sino dos alcaldes. Un asesino y un pelele, o sea, un muñeco de paja. El asesino da órdenes y el pelele ejecuta los contratos. En realidad Cúcuta tiene tres alcaldes si le sumamos al turco Hilsaca, nombrado por César Rojas con la bendición del Honorable Concejo.

Todo esto huele a podrido, ya lo sé. También los olores en Cúcuta no dejan respirar. El Concejo huele a cañería podrida. La Alcaldía huele a orines de La Picota. La Secretaría de Hacienda huele a gato encerrado. La Oficina de Prensa de la Alcaldía no huele a nada, porque allá no hay nada, ni siquiera ortografía. Las intervenciones del alcalde son los escupitajos de Ramiro Suárez. Y la ciudad entera se ha vuelto la inmundicia donde los políticos se enriquecen sobre la pobreza de los cucuteños.

Hay mucha gente aquí que sobra, desde las amantes de los funcionarios que son nombradas por meritocracia de otra índole, hasta los funcionarios mismos que son nombrados por su capacidad de limpiar la suela de los zapatos de Ramiro Suárez con su propio apellido.

A lo mejor no sea cierto eso de que Cúcuta sea una ciudad apretada, lo que pasa es que se ha encogido. Y ahora cabe en el bolsillo de Ramiro Suárez.

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