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Desde el jardín
Eso hace famoso al jardinero quien empieza a ser invitado a reuniones de alto nivel.
Sábado, 9 de Septiembre de 2023

El encabezado de esta columna es el nombre una película icónica de los años 70 con un final magistral. Un jardinero vive hasta viejo en una mansión de un millonario sin salir a la calle y a la muerte de este queda sin hogar. Por su incapacidad de manejar la ciudad es arrollado por una limusina de una mujer, esposa de un magnate, quien lo lleva a su palacete. El esposo aprecia al jardinero que dice llamarse Jaime el jardinero (James the gardener en inglés), quien todo lo refiere al cuidado del jardín.

El magnate, influyente en política, lo invita a una reunión donde el presidente de los Estados Unidos le pide consejo para el discurso de la Unión y al ser consultado por su mentor, el jardinero dice que él solo sabe que si las plantas se riegan y atienden regularmente, finalmente florecen, fase que el presidente usa en su discurso para referirse a su obra de gobierno. Eso hace famoso al jardinero quien empieza a ser invitado a reuniones de alto nivel, y en una, estando al lado del embajador de la entonces Unión Soviética, el jardinero dice que sobre la mesa están separados, pero que las patas de la sillas están juntas, lo que era cierto, pero que el embajador entiende como un guiño a trabajar las dos superpotencias nucleares, pues en el fondo sus objetivos eran comunes.

Eso hace al jardinero objeto de todo tipo de locas especulaciones: superespía “sin rastro”, viejo político transformado físicamente por cirugía estética y demás historias de bodega, pues no pueden creer que solo sea un jardinero. A la muerte del magnate entra a la baraja de presidenciables. El final genial, cuando el espectador se ha reído de las locuras que inventaron para no creer lo que ven, es que el jardinero camina sobre el agua y el espectador queda en la situación de los personajes de la película: no creer e inventar razones para explicarlo.

Pues bien, eso está pasando hoy en Colombia con un presidente con problemas de personalidad y pensamiento radical fundamentalista. Se pierde regularmente, incumple crónicamente compromisos de agenda y cuando aparece expresa ideas cada vez más esotéricas asociando drogadicción, cambio climático y hasta fenómenos naturales al capitalismo, lo que muestra una obsesión casi patológica a la economía de mercado, que no entiende, pero que en unos giros de ideas alocadas, busca satanizar. Ya no se justifica ni comentar sus argumentos; lo absurdo solo es absurdo, no debatible.

Hasta ahí la cosa sería grave, pues como cabeza del estado, éste queda acéfalo y cae en el desorden administrativo, la inacción y el daño económico y social. Es la otra cara del presidente, la del radical sin talanqueras morales, que quiere hacer con el crimen organizado un gobierno mafioso, estilo Venezuela y Cuba, ignorando los ataques del ELN o las ya “remasterizadas” disidencias de las farc, y buscando pagar a delincuentes comunes para que se conviertan en milicianos que defiendan, desde la Primera Línea, su modelo o “impulsando” a las “guardias” indígena y campesina a la lucha callejera.

Pero lo impactante es que la mayoría no quiere creer lo que ve y, ayudado por las bodegas izquierdistas, crean todo tipo de teorías, como en la película, para explicar lo que se ve y no se cree. La teoría petrista para su golpe duro contra la democracia es argüir un golpe “blando” contra su gobierno, que no es otra cosa que no aceptarle todos sus radicalismos antidemocráticos. Como sociedad debemos ver como enfrentamos ese golpe duro, pues ver a un general, comandante del ejército nacional, ocultando un atentado terrorista para no afectar a su comandante en jefe, no llama a la esperanza. Y ni hablar de los partidos tradicionales, hoy en venta.

Debemos dejar de inventar historias al estilo “Desde el Jardín” y ver como enfrentamos el riesgo de un golpe duro de la narcoizquierda contra la democracia colombiana.

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