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Columnistas
Despierta familia despierta
Jueves, 26 de Octubre de 2017

Es una triste realidad que la familia se ha venido desintegrando poco a poco, y lo que queda bueno de ella son unas cuantas  familias que gozan sanamente las bondades de ser familias unidas, que se apoyan, se frecuentan, se acompañan, se ayudan afectiva y efectivamente unos a otros, y aportan realmente a la sociedad un ejemplo digno de emular.

Más desconsolador es ver como después de la muerte de los padres, en muchos casos estalla la estúpida  guerra entre hermanos por unos ladrillos o algunos pesos, en la que todos resultan perdedores y amargados. Es importante entender y acoger de corazón que es en la familia primaria, e incluso en la extensa (tíos primos etc.) en donde todos deberíamos encontrar la prolongación de la unión, de los vínculos afectivos y sociales que cada persona necesita para sobrevivir medianamente bien, en sociedades tan conflictivas y complicadas como la nuestra.

Pero en muchísimos casos no es así, cada quien tira por su lado, se dedica a pensar única y exclusivamente en su propio provecho, sin pensar  lo más mínimo en la suerte que están corriendo sus hermanos u otros parientes, les duele a veces reconocer los logros del otro, les ponen zancadillas, primero están los extraños que los hermanos, llamarlos o visitarlos es casi que exclusivo para el día del velorio. Todos necesitamos de todos, pero desgraciadamente los orgullos pendejos por un lado y los complejos estúpidos por otro, casi no permiten que esas conexiones se den.

Este panorama lúgubre aparte que debilita la sociedad, va patrocinando una serie de antivalores, problemas mentales y conductuales en las personas que se meten en este berenjenal, y de una u otra manera enseñan estas pésimas costumbres a las nuevas generaciones, que desde temprana edad están aprendiendo de esos modelos y costumbres dañinas. Recordemos que en los últimos 45 años, las familias, en su gran mayoría, no han querido tener más de 2 hijos, o 3 a lo sumo, y actualmente casi ninguna pareja quiere tener más de un hijo, e inclusive no tener ninguno. 

Esta realidad  nos tiene que motivar a estimular para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hermanos, primos y demás, tengan la oportunidad de hacerse verdaderos parcéros, para que en este  mundo cada vez más complicado y cruel, puedan acompañarse y  apoyarse con amor los unos a los otros, sin hacer “roscas” cerradas donde nadie más puede entrar, como ocurre en muchas familias Costarricenses. Y ojalá no sigamos patrocinando en nuestros hijos la competencia, más bien formémoslos para ser buenos seres humanos, responsables y felices con sentido familiar;  brindémosle afecto a cada momento, no le enseñemos el mal genio, ni a creerse auto-suficientes, y le puedan sacar todo el tiempo que tienen para gozarse la vida. 

La sangre de todas maneras llama, si la dejáramos actuar, acompañándola de algunos buenos recuerdos  de la infancia, y despojándonos de la prepotencia o el rencor, se podrían remendar los tejidos rotos por muchos años,  en bastantes familias que ni siquiera saben dónde andarán algunos de sus hermanos, “estarán muertos, presos…”. 

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