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El aire asfixia y el mal crece
Se trata de la propia vida de los habitantes, y las cifras nos están revelando dramáticamente que el tema es de vida o muerte.
Jueves, 21 de Febrero de 2019

En mayo del año pasado publiqué un artículo que titulé “Aire que mata” en el cual llamaba la atención sobre el alto grado de contaminación que está afectando a las principales ciudades en el mundo, señalando que según estudios internacionales el 92% de las personas respira aire contaminado, y que anualmente se están produciendo siete millones de muertes asociadas a la polución ambiental.

Pues bien, ya hemos tenido en Colombia la declaratoria de dos ciudades: Medellín y Bogotá, de una emergencia, pues los niveles de partículas contaminantes superan la barrera de tolerancia por parte de los habitantes.

Lo que observamos es que no existe un criterio serio y comprometido para lograr superar el estado de cosas, y mientras tanto la población tiene que soportar en su organismo los efectos letales de la acumulación de partículas contaminantes. El espectáculo observado en Bogotá, con la distribución de tapabocas para los transeúntes en ciertas zonas, pronto se verá repetido en todas las principales ciudades de Colombia que están siendo afectadas por este fenómeno.

Lo que preocupa es que nadie se quiere comprometer con las medidas que hay que tomar. Se dice que la chatarrización de los vehículos de transporte de más de 10 años de servicio es una obligación, pero los gremios se oponen y nadie los obliga a cumplir. Los semáforos son ineficientes en todas partes y esa situación hace que el tránsito viva atorado y que las emisiones de gases se multipliquen. Las grandes ciudades no logran vías que permitan que el tránsito de carga no entre a las zonas urbanas. Fuera de eso la arborización continúa siendo un tema aplazado; se requieren siete árboles por cada habitante y a las ciudades que mejor les va tienen tres.

En el tema de la calidad del aire en las ciudades no podemos seguir apagando incendios, ni tampoco continuar fomentando la pereza para adoptar medidas de fondo y de largo plazo que permitan abordar el tema de una forma integral; siempre que se trata de adoptar medidas relacionadas con el medio ambiente, surgen los intereses económicos que se oponen y fuera de eso la adopción de este tipo de políticas no produce votos ni favoritismos electorales, lo que genera toda clase de desganos y de falta de compromiso.

Romper el equilibrio ambiental produce fatalidad. Se trata de la propia vida de los habitantes, y las cifras nos están revelando dramáticamente que el tema es de vida o muerte.

 

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