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El poder de Donald Trump
El polémico Trump, empresario y estrella de televisión, logró hacerse con la Presidencia de Estados Unidos.
Domingo, 13 de Noviembre de 2016

Cuando lo inesperado sucede, los politólogos e internacionalistas no tenemos más opción que reconocer que la realidad no opera como nuestros libros, artículos y análisis suponen, que la vida real supera todo pronóstico y que necesitamos reinventar nuestras premisas y argumentos. El triunfo de Trump, el Brexit y el campanazo del resultado del plebiscito del pasado colombiano son algunos ejemplos de que los individuos y colectivos no razonan y actúan como sugerimos.

Esa fue la razón de que nuestras preciosas encuestas y proyecciones fallaran, por eso quedamos (nuevamente) en ridículo, como una ciencia poco acertada y bastante utópica. Pero tranquilos, nuestra labor tiene salvación: Debemos empezar por leer la realidad y no por soñarla. Así las cosas, qué mejor que comenzar con la amarga realidad: La victoria del magnate Donald Trump en las urnas de Estados Unidos.

El polémico Trump, empresario y estrella de televisión, logró hacerse con la Presidencia de Estados Unidos. A pesar de las editoriales iracundas, los programas en su contra, y las encuestas, el hombre color zanahoria llegó a la Casa Blanca. Después de gastar 250 millones de dólares en su campaña y utilizando todo su arsenal mediático, fue elegido como el hombre más poderoso del mundo. O tal vez no. Al ser elegido dentro de un régimen democrático, el poder es limitado. Para lograr eliminar el legado de Obama y rehacer la política exterior deberá contar con un número de aliados enorme.

Inmediatamente después de su elección, los politólogos entraron en pánico y pronosticaron el fin de la vida como la conocemos, pensando en los 300 hombres y mujeres del Partido Republicano que ocupan sillas en el Congreso. Sin embargo, el poder real de Trump es menor, ya que, no por ser del mismo partido son sus aliados, tal y como se demostró en la contienda electoral. Primero, muchos republicanos no apoyaban su elección como candidato a la Presidencia por el partido, y segundo, otro grupo se rehusó a apoyarlo durante las elecciones. No movieron sus alfiles regionales ni explotaron su capital electoral en favor suyo.

Además, los cambios inmediatos que puede hacer, sin apoyo del legislativo, son menores. No podrá cambiar las normas de migración, ni alterar tratados internacionales –como planea hacer con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte o el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica– desde su oficina, así que la amenaza disminuye.

La Presidencia de Trump deberá ser como su discurso de victoria si quiere tener éxito y maniobrabilidad, es decir, deberá ser conciliadora, fomentando la unión y sin palabras incendiarias, y, añadir un punto fundamental del que poco ha hablado, y que tampoco está contemplado dentro de su plan para los primeros cien días de gobierno, a saber, el control de la droga más adictiva de la potencia mundial: La deuda. De lo contrario, sólo pasará a la historia como el irreverente hombre que desestabilizó el statu quo que creía que el cambio climático era un invento y que fue incapaz de hacer a Estados Unidos grande nuevamente.

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