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Esa costumbre de mamar gallo
Llámese como se llame, hay una verdad incontrovertible: primero se mamó gallo con la lengua, es decir, con la palabra hablada y luego con la palabra escrita.
Martes, 6 de Febrero de 2024

-¿Y este año piensa seguir mamando gallo? -me dijo en estos días una amiga. Se le veía la ansiedad, varios metros a la redonda.

La miré de arriba abajo como tal vez nunca la había mirado, le busqué la malicia en el brillo de sus ojos indefinibles, le analicé dobles intenciones y adiviné en sus labios un ligero temblor de rocío mañanero sobre la tímida flor. Ante tales evidencias hube de decirle con plena seguridad de lo que decía:

-Sí, seguiré mamando gallo. ¿Y por qué me lo pregunta?

-Porque me gusta como lo hace.

-¿A usted le gusta como lo hago yo?

-Sí, me gusta mucho.- Su respuesta fue contundente. Y luego añadió: “Ese tonito  burlón que utiliza cuando escribe, esa mamaderita de gallo de su columna son un oasis en el desierto de tanta noticia mala, de tanto desastre. Lo felicito y siga así. Que Dios le guarde su buen humor.

Le di las gracias y me fui pensando en el poder de la mamadera de gallo, y en el mucho bien que se puede hacer con ella.

Aunque algunos tratadistas aseguran que no es lo mismo mamar gallo que hacer humor, digamos que, para efectos de hacer sonreír a la gente, tienen algún parentesco bastante cercano, como hermanos medios, o algo así, y en algunos casos, hasta se confunden el uno con el otro.

Llámese como se llame, hay una verdad incontrovertible: primero se mamó gallo con la lengua, es decir, con la palabra hablada y luego con la palabra escrita, por la única razón de que primero se habló y más tarde se escribió.

Cúcuta tiene fama de tener los habitantes más mamadores de gallo de toda Colombia. El cucuteño lleva metido en su espíritu un sentimiento mamagallista, que se expresa en actitudes, en bromas y en escritos.

Antonio García Herreros, por ejemplo, trabajó un formidable humor desde su revista Sabatina, de la que él era, según lo decía la bandera: director, gerente, jefe de redacción, columnista invitado y no invitado, vendedor, cobrador y repartidor. Cote Lamus y su círculo de amigos mamaron gallo exquisito a expensas de Jacinto Hernández, a quien llamaron el Abogado de las Ánimas, y a quien le dieron diploma de abogado en Derecho mortuorio.

Los muertos notables de Cúcuta en aquellos tiempos, recibían el discurso fúnebre de labios del “doctor” Jacinto. Era el mismo discurso para todos los muertos (no hay muerto malo), que Jacinto llevaba en un viejo cuaderno, y al que sólo le cambiaba el nombre del muerto para cada ocasión.

No sigo nombrando mamadores de gallo de esta urbe, porque de pronto se me queda alguno por fuera de la lista y me lo echo de enemigo.

¿Desde dónde y cuándo viene la costumbre de mamar gallo de los hombres? Digo mal. No sólo los hombres. Porque también hay mujeres que maman gallo, y del bueno.  Perdóneseme el atrevimiento, pero yo pienso que desde la misma creación del mundo. En mi concepto, el primer mamador de gallo fue Dios. Porque eso de sacarle un palo de costilla al pobre Adán para hacer la  mujer, es la más solemne mamadera de gallo de todos los tiempos.

Lo que pasa es que nos ha tocado soportarnos la chancita, por los siglos de los seculazos, amén. (Artículo tomado del libro “Qué haríamos sin ellas”, de mi autoría, como dicen los escritores nóveles. Y algunos no tan nóveles, pero nunca Nobeles).

Ñapa: El 29 de este mes estará en el teatro Zulima de Cúcuta, el humorista político Daniel Samper Ospina. Seguiremos hablando de él.  


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