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Gobierno de bachilleres
El nivel a que Petro puso el gobierno resalta incoherencia, ineptitud, desidia, radicalismo y corrupción extendida.
Sábado, 6 de Abril de 2024

“Es espantoso que gente tan ignorante tenga tanta influencia”, escribió el escritor George Orwell. En algún momento, el discurso inclusivo se orientó, no solo en Colombia, para descartar la validez de la experticia al opinar de asuntos de su campo o especialidad, dando a cualquier opinión igual validez en la tergiversada y alienada concepción de democracia y equidad que hoy nos gobierna.

En el gobierno Petro esto llegó a su hipérbole kafkiana al eliminar de los cargos de dirección del estado los requisitos de preparación, que implican disciplina, constancia y superación personal, haciendo que la única competencia que debe tener el candidato es haber sido y ser un radical “activista” y un defensor de los dogmas del progresismo. Leer y escribir son los requisitos básicos; capacidad de agitación y lealtad ciega al “líder” (Führer en alemán) son los requisitos definitorios del cargo.

Los últimos llegados son el bachiller Gustavo Bolívar y el abogado Alexander López (la profesión que muchos siguen en Colombia cuando las matemáticas o las ciencias “les dan muy duro”), éste último a un cargo esencialmente técnico, donde las matemáticas son de uso diario. Ellos se defienden diciendo que así han sido parlamentarios, pero también lo fue Pablo Escobar, que no se si fue bachiller. “Según datos de la Unidad de Registro Nacional de Abogados, 1.327.913 de juristas inscritos en el país es el número que redondeaba en Colombia a marzo de 2023”, registra la página web del Politécnico Grancolombiano.

La Academia Nacional de Medicina, por su parte, estima que  a mayo de 2023 había 137.700 médicos; cerca de diez abogados por cada médico. Si faltan médicos, ahí está Cuba, es la receta del socialismo del siglo XXI. El nivel a que Petro puso el gobierno resalta incoherencia, ineptitud, desidia, radicalismo y corrupción extendida. Palabras, no hechos, es lo que producen; de la lengua han vivido toda la vida, como su presidente.

Un ejemplo. La ministra de agricultura (abogada, claro), dijo en Buenaventura que, “No puede pensarse en que es más valiosa la vida de los tiburones que las de las personas. Es un decreto odioso, de gomelos o de los yupisitos, dice nuestro presidente Gustavo Petro. Dando una muestra clara de lo que es el racismo, pero por eso decimos que el pueblo se tiene que movilizar”, en respuesta al debate que produjo la resolución 0119 de 2024, por parte de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca, con la que se le dio vía libre a la captura incidental de 15 especies de escualos y de rayas, de las que hay 13 que se consideran en peligro de extinción.

¿Es racista defender especies en vía de extinción que pueden pescar blancos, mestizos, negros, y los que están dedicados a acabar con las ballenas, los amarillos?

Los gomelos y yupisitos son los expertos en especies en vía de extinción, que entienden que contribuir a la sexta extinción de que tanto habla Petro no tiene reparación. Y concluye, “Es una discusión entre dos mundos, el mundo de la ciencia elitista, de quienes van a la universidad y hacen doctorado y van a otro país, contra la vida real y la práctica y el conocimiento heredado”; solo un obcecado fanático extiende la lucha de clases al desarrollo científico.

Y es que entre las muchas falacias que expresan los “progresistas” es que el conocimiento heredado o “ancestral”, como lo llamó la ministra, es ambientalista. Autores reputados como Yuval Harari y Jared Diamond, registran que esos ancestros nómadas extinguieron los grandes mamíferos y otras especies. Los grupos nómadas eran Homo Sapiens, no adoradores de la Pacha Mama. El discurso del buen salvaje es tan viejo como absurdo.

Esto sucede cuando a un país lo conducen los más incapaces pero más fundamentalistas irracionales, que quieren imitar a su presidente, líder en locuacidad incendiaria. Los “dotores bachilleres” gritan porque no tienen argumentos, solo eslóganes amenazantes. A menos expertos con doctorado, más activistas bachilleres.


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