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La apuesta socialdemócrata de Biden
Estados Unidos está lejos de convertirse en adalid del Estado Social de Derecho, que bien encarnan distintas naciones europeas.
Domingo, 14 de Marzo de 2021

La concepción del Estado Social de Derecho fue desarrollada por Herman Heller a principios del siglo XX para oponerse a la visión abstracta del constitucionalismo liberal clásico, ya desgastada para enfrentar los efectos sociales de la industrialización.

El adjetivo ‘social’ que el tratadista alemán le introduce al Estado de Derecho recupera los valores fundamentales de libertad, igualdad, justicia social y bienestar general, colocando al Estado en la obligación de satisfacer las necesidades individuales no realizables por la sociedad civil. Los colombianos, que adoptamos con entusiasmo este modelo en la Constitución de 1991, lamentablemente continuamos viéndolo como un saludo a la bandera.

Estados Unidos está lejos de convertirse en adalid del Estado Social de Derecho, que bien encarnan distintas naciones europeas por logros socialdemócratas, en particular después de la Segunda Guerra Mundial. Pero Estados Unidos puede reclamar, sin haber acuñado constitucionalmente el modelo, que fue Franklyn Delano Roos
evelt quien, en el propósito de superar la Gran Recesión de 1929,
propuso el New Deal o nuevo contrato social, en el cual el Estado, los empresarios y los trabajadores se comprometían a hacer prevalecer el Interés General. Roosevelt, sin duda, fue el primer gobernante en poner en práctica el Estado Social de Derecho. Entre nosotros, bastante se acercó Alfonso López Pumarejo.

Ahora Biden, con apenas 50 días como presidente, muestra su visión del Estado Social de Derecho, tal como deriva de su manejo de la pandemia y del plan de Rescate Económico por 1.9 millones de millones de dólares (1.9 trillones en Inglés), que producirá gran alivio para los más desfavorecidos y pequeños negocios. Este plan de solidaridad ante los devastadores efectos del Coronavirus, que ha dejado 35 millones en desempleo y develado grandes disparidades entre los norteamericanos, constituye un contrapeso que, en el país líder de la globalización y el neoliberalismo, resulta más que saludable.

Los asalariados que ganan menos de 80 mil dólares al año, y las parejas que no superan los 120 mil, serán beneficiarios directos; el subsidio federal por desempleo, que es de 300 dólares semanales, se extenderá en el tiempo, así como las ayudas en salud y seguridad social; el plan también contempla estímulos tributarios según la edad y el número de hijos, y una asistencia hipotecaria por 45 mil millones de dólares. 

Pero más que ofrecer solidaridad individual, estas medidas pretenden recuperar la economía. Ello sólo será posible si la población es vacunada. Por eso, el paquete comprende 14 mil millones para una rápida distribución de las vacunas. Y entonces sí, se trasladan 350 mil millones de dólares para los estados y las municipalidades, y 10 mil millones para proyectos críticos de infraestructura. Todo en el propósito de generar empleo y crecimiento económico. 

Desde luego, hay opositores al paquete, como los republicanos que consideran que el tono es izquierdista, y que el déficit fiscal y la inflación aumentarán. Criticar siempre es más fácil que proponer y ejecutar. Los expertos saben que sin estas medidas la tendencia hacia una recesión global se impondría.    

Biden siempre ha sido defensor de la clase media. Sus pasos recientes, desde la escogencia de una mujer afroindia para la vicepresidencia, hasta la suspensión de la construcción del vergonzoso muro fronterizo y la reforma migratoria, muestran su inclinación hacia la Socialdemocracia, en el marco del progresismo de su partido. 
Ojalá Biden mantenga esta visión socialdemócrata en sus relaciones con América Latina, en donde 250 millones de personas viven en condiciones de pobreza.

De seguro, entiende el descontento social y la necesidad del cambio, que entre nosotros se daría si aplicamos a cabalidad la Constitución, construimos el Estado Social de Derecho que predica, y hacemos prevalecer el Interés General. Que estemos lejos no significa que no podamos. Reflexionar sobre cómo se gobierna en Colombia es empezar a cambiar. Más todavía si nos comparamos con otras naciones y, en medio de nuestras posibilidades, seguimos algunos parámetros. Biden es un buen referente para nuestros servidores públicos.

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