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Las dos Colombias del paro
¡Por esta Colombia quiero alzar mi voz de reclamo, aunque sea solitaria y ,quizás, desoída¡
Domingo, 16 de Mayo de 2021

Los graves episodios que estamos presenciando con motivo de las movilizaciones ciudadanas, paros y bloqueos de vías dejan ver que, como en otros acontecimientos nacionales, existe una clara división entre los colombianos: Los que protestan a toda costa y los que queremos que se busquen soluciones pacíficamente.

Se repite hasta la saciedad que las protestas son legítimas y que son un derecho inalienable de los ciudadanos, verdad que nadie discute. Pero también es preciso mirar si las protestas son justas, porque en un país tan desigual, con tantas limitaciones económicas y con expresiones tan dramáticas de violencia se podría protestar por muchas razones que no son achacables a un gobierno en particular.

Los inveterados problemas de pobreza extrema; la falta de vías rurales de comunicación; la baja cobertura de agua potable y servicios básicos; las carencias de la educación; la desnutrición de los niños; el desempleo; la inseguridad y un largo etcétera afectan a un gran sector de la población colombiana desde hace décadas y es imposible solucionarlos de la noche a la mañana.

Varios gobiernos, no sólo el actual, han hecho avances en estos fenómenos, pero, obviamente, lo que falta es inmenso. Entonces, cabe preguntarse si los promotores e instigadores de los paros saben que esos temas de fondo no se van a poder resolver con incorporar algunas partidas en el presupuesto o con la expedición rápida de normas. Lo que se vislumbra es una intención de generarle dificultades al país con una evidente motivación política.

Del otro lado estamos los ciudadanos del común que observamos cómo la tragedia de la pandemia ha afectado de manera inesperada y profunda la vida nacional; que tratamos de superar la depresión que ha generado el aislamiento; que vemos el esfuerzo de empresarios y trabajadores por salir adelante; de los comerciantes que sufren una y otra vez drásticas medidas de cierre de sus negocios y la destrucción de sus establecimientos. Y las acciones de un gobierno que tuvo que afrontar la tragedia repentinamente con grandes esfuerzos para paliar la pobreza.

Ha habido expresiones de inconformidad por los bloqueos que interrumpen la vida normal de las ciudades, pero se han encontrado con la intransigencia de los bloqueadores, hechos que demuestran claramente que se quiere seguir generando el caos.

Los comerciantes han alzado su voz de angustia por los daños que les causan los vándalos organizados al servicio de los paros, y no son escuchados.  Los habitantes sufren la falta de transporte, la imposibilidad de acudir al trabajo, el temor de los destrozos, pero todo parece caer en la impotencia. Esa es la otra Colombia que casi nunca se manifiesta; que sufre las consecuencias de la intransigencia; que paga cumplidamente sus impuestos; que soporta con desconsuelo los desastres y que ve con triste cómo se destruye la patria.

¡Por esta Colombia quiero alzar mi voz de reclamo, aunque sea solitaria y ,quizás, desoída¡

ramirezperez2000@yahoo.com.mx

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