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Los tiempos dorados del Congreso
Luego de recorrer diversos temas aterrizamos en las épocas pretéritas del parlamento colombiano.
Lunes, 24 de Octubre de 2022

Cúcuta, 3 de octubre de 2022. Terminábamos de recibir al señor gobernador Silvano Serrano Guerrero, como miembro honorario. Después de cada sesión de la Academia de Historia de Norte de Santander la cuerda de la provincia de Ocaña acostumbra continuar el encuentro en un restaurante cuya especialidad sea la arepa ocañera.

En esta ocasión la cuerda la integramos el presidente de la Academia, Olger García Velásquez, Julio Aníbal Perea – mi hermano negro, según él - , y yo. De invitado especial llevamos al poeta uruguayo Fernando Chelle, quien también es miembro de la Academia. La cuerda se ha debilitado pues ya se nos fue un amigo y gran investigador como lo era Guido Pérez Arévalo.

Arepa con café negro, pido yo. Y explico que la fórmula sacramental y tradicional es esa, y no arepa con café con leche. Ahora, el acompañamiento o relleno de la arepa varía entre los cuatro comensales: con tortilla, gusta uno, otro, con queso y aguacate, otro, con mollejas, y un último, con…, bueno, no recuerdo. Eso sí: mientras consumíamos la deliciosa esfera, el silencio fue total. Hasta Perea enmudeció. Luego sí vino el barullo, la cerveza, el atropello por tomar la palabra, Perea que manda callar para hablar él solo, y las bromas.

Luego de recorrer diversos temas aterrizamos en las épocas pretéritas del parlamento colombiano. ¡Qué tiempos esos! Todos coincidimos en un término para calificar a aquellos políticos del siglo XX, quizás hasta 1960: eran unos monstruos, en la oratoria, en su sapiencia y hasta en su decoro personal. Recordamos a conductores chocoanos conservadores como Manuel Mosquera Garcés y Daniel Valois Arce, y liberales como Adán Arriaga Andrade y Diego Luis Córdoba, todos intelectuales de alto vuelo, con el don de idiomas, especialmente duchos en el francés y el latín, y conocedores a profundidad de los grandes autores de la humanidad. Oradores consumados, escritores de fina pluma y polígrafos renombrados de obras de sustancia literaria, jurídica, filosófica, teológica, económica y política. ¡Y qué decir del grupo conservador de Los Leopardos - integrado por Eliseo Arango, José Camacho Carreño, Joaquín Fidalgo Hermida, Augusto Ramírez Moreno y Silvio Villegas -! Cuando estos u otros pares tomaban la tribuna en el congreso, como Fernando Londoño Londoño, Gilberto Alzate Avendaño, Laureano Gómez, Lucio Pabón Núñez, Jorge Eliécer Gaitán, Alberto Lleras Camargo, Alfonso López Michelsen o Alberto Zalamea, las barras se colmaban por ir a escuchar a esas voces que electrizaban, voces de tormenta, de sonoridad, de pasión y de ilustración. Alguien escribió: “cuando Fernando Londoño Londoño habla, provoca sacar pareja”.

En la tertulia, en fin, cada uno hizo el elogio de sus personajes favoritos de aquellas calendas, sin esquivar la comparación con lo que de unas décadas acá se vive. Conclusión: hoy no hay nada ni lejanamente semejante para mostrar, ni ver, ni admirar. Sin duda, aquellos congresos y congresistas son inigualables. Hoy, con la excepción de tres senadoras del Centro Democrático, que entre el diablo y escoja.

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