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Mi tocayo Óscar
Con el matrimonio logró resurgir un poco de sus problemas económicos y se dedicó a escribir con tranquilidad.
Viernes, 3 de Noviembre de 2023

Según recuerdo, tendría como 8 años cuando anunciaron en televisión una película de misterio que se suponía contenía escenas escalofriantes y, como decían antes en la publicidad, no era apta para que la vieran personas con problemas del corazón. Se trataba de “EL RETRATO DE DORIAN GRAY”, la historia de un joven muy atractivo que no quería envejecer, por lo que le ofrece su alma al diablo para que en su lugar, se ponga viejo un retrato suyo. Está genialidad de ciencia ficción se le había ocurrido a un escritor irlandés llamado Oscar Wilde.

Unas cuantas décadas después, fui invitado a unas jornadas de “Arte y Psiquiatría”, para hablar sobre los aspectos psicológicos de algún artista famoso, fue cuando recordé a Óscar, y dediqué algunas semanas a enterarme bien de lo que le había ocurrido en su vida.

Desde un principio su crianza estuvo dividida entre una madre feminista que luchaba por los derechos de las mujeres en una época victoriana, y un padre mujeriego que fue acusado varias veces de abusar de las jovencitas, aprovechándose de su título de médico, pero que debido a su posición económica, pudo llegar a acuerdos con las víctimas.

En su adolescencia empezó a destacar en la literatura, fue becado y adquirió reconocimiento por el buen uso de la prosa y el verso, sin embargo, al morir su padre dilapidó una pequeña fortuna en viajes con sus amigos, porque según él, había que conocer el mundo y vivir la vida para poder describirla, en otras palabras, se tiró la plata.

Con el matrimonio logró resurgir un poco de sus problemas económicos y se dedicó a escribir con tranquilidad, fue editor de una revista para mujeres, varios cuentos, obras de teatro y su única novela, la del hombre que no envejece pero se torna perverso, asesino y despiadado, manteniendo cara de ángel.

Estar casado no pudo apagar la llama de su verdadera pasión afectiva: los jovencitos ingleses. Inició una vida paralela entre fiestas y encuentros homosexuales mientras su fama y éxito iban en aumento, hasta que tuvo que sufrir su propia tragedia, se enamoró. Esto hubiera sido maravilloso de no haber coincidido con varios factores. Primero, la sodomía era considerada delito, segundo, el padre de su novio era el Marqués de Queensberry, quien propuso las reglas del boxeo, todo un varón, y tercero, la más importante, su amante Lord Alfred Douglas (Bosie), de 21 años, no lo quería, solo lo utilizaba por su fama, fortuna y atenciones.

El padre de Bosie lo buscó y acusó de haberse aprovechado de su niño, iniciándose una serie de juicios que alimentaron la aristocracia del momento. De manera errada pensó que con el cariño que le propiciaba el mundo literario podría salir bien librado, pero no fue así, lo condenaron a prisión, todos los días tenía que picar piedras durante 8 horas y tomar el sol algunos minutos, a todas estas, Bosie nunca fue a verlo, se buscó otro amor, lo que inspiró a Óscar a escribir dos obras en la cárcel que exponían su tristeza y dolor por haber sido abandonado, reclamando tal indiferencia.

Una vez que salió de su cautiverio ya no tenía esposa ni familia, ella se había llevado a sus hijos y se habían cambiado el apellido para que no los reconocieran, cruzó el canal de la Mancha y se asentó en París, donde afortunadamente los franceses eran de mente más amplia, allí está ahora su tumba, la cual visitan cientos de turistas al año, para rendir respeto al autor de El Retrato de Dorian Gray.


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