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Para Policía y alcaldes
Quienes delinquen en las calles hurtando a los ciudadanos, actúan a sus anchas.
Viernes, 16 de Febrero de 2018

Preocupa que la percepción de inseguridad esté creciendo entre los ciudadanos, para lo cual existen motivos de plena justificación.

De acuerdo con las estadísticas, los hurtos aumentan a pesar de que se anuncian medidas nuevas para combatirlos y de que las distintas ciudades incrementan las cámaras de seguridad como mecanismos de apoyo para detectar a los delincuentes. Pero los hechos nos evidencian que esas medidas están lejos de ser suficientes, o por lo menos importantes, pues el delito está en capacidad de crecer a una dinámica mayor que a la exhibida por las autoridades para combatirlo.

Por lo tanto hay que pensar en mas y mejores soluciones, tal vez mas pensadas, mas audaces, mas agresivas, pues la realidad está demostrando que tanto a alcaldes como a la policía les está quedando grande el escenario.

Según las estadísticas del ministerio de la Defensa, en el período 2002-2010 los hurtos a personas se incrementaron en un 84,6%. En el período 2010-2017 el incremento ha sido del 185,5%.

Estas cifras son contundentes y no son mas que el reflejo de la manera como la delincuencia está ganando terreno y ha estado en capacidad de ser superior a las fuerzas que deben controlarla.

Quienes delinquen en las calles hurtando a los ciudadanos, actúan a sus anchas, y esa ausencia efectiva de la autoridad les facilita la comisión de sus fechorías, que en caso de ser sorprendidos, son colocados frente a una Justicia que no está en capacidad de actuar con eficiencia y con medidas ejemplarizantes, lo que permite que en un par de días esos mismos delincuentes regresen a las calles, tal vez con mayor perversidad y seguramente mas entrenados para el ataque.

Las cifras nos demuestran que el ciudadano está cada vez mas expuesto, que las calles revisten una peligrosidad que se incrementa con el tiempo, y que para cualquier persona de bien que aborte un sitio público le es cada vez mas difícil identificar a un transeúnte, al no estar en condiciones de saber si es una persona de bien o una dispuesta a atacarlo, a despojarlo de sus pertenencias o a causarle alguna lesión física.

El resultado lastimosamente nos señala una derrota, una frustración cada vez mayor, y una incredulidad en las fuerzas del orden al no poder exhibir otra cosa que el fracaso.  

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