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Pedagogía del alma…
Ológrafo
Lunes, 1 de Abril de 2024

El escenario del alma debe ser, tan natural, como la calma profunda que dormita en las alas de los pájaros, cuando descansan de merodear por las cumbres del pensamiento y siembran semillas en un jardín humano.

O igual al sol, al buscar una sombra en los pliegues del infinito, o a un sueño que se asoma al destino con la solemnidad del arte, para presentir cuándo el azar se hace el dormido para dejarnos imaginar un milagro universal…

O es una luna enamorada de su luz, orientando los pasos de peregrinos en busca de recuerdos buenos, de sentimientos nobles y de la belleza que renace en el primor luminoso y lento de su propio misterio.

O son los barcos, los faros que miran la lejanía del mar, los campos fértiles, el cielo esplendoroso, en fin, todo lo bonito que se despliega envuelto en la sonrisa de una mariposa coloreando las sombras de la libertad.

O es una visión de la nostalgia grata, aquella que cuenta a la intimidad viejos relatos y nos hace concebir esperanzas nuevas en el corazón, para arrullarnos con una gratitud similar a la del canto de un ruiseñor.  

O son las palmas de las manos que ofrendan a Dios las ilusiones guardadas en las alforjas íntimas y, a la vez, recogen gajos de estrellas que cuelgan, cristalinos, vertiendo certidumbre y placidez a la razón.

Entonces uno descubre que no debe explorar otra recompensa para el alma que el alma misma, y que debe aprender a prescindir de la vanidad y las alabanzas, a retirarse de la vida, pero sin olvidarse de ella.

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