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Reflexiones de Semana Santa
Hoy Colombia no aguanta más muertes en nombre de la paz y la desestabilización política.
Sábado, 23 de Marzo de 2024

La cuaresma es el camino de preparación cristiana católica para vivir con fe y determinación la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo en la Semana Mayor.

Mañana, con la ceremonia de conmemoración de los ramos, a la entrada de Jesús de Nazaret en Belén, inicia la Semana Santa del 2024 y con ella, cada uno de nosotros debemos, con mucha tranquilidad, sosiego y devoción, reflexionar sobre temas personales en la fe particular y, como lo que determina la doctrina social de la Iglesia, la preocupación por el contexto que nos rodea.

Hoy Colombia no aguanta más muertes en nombre de la paz y la desestabilización política. Los discursos de odio en los que nos sumergen deben llevarnos a un alto en el camino y pensar cuáles son los verdaderos intereses.

La voluntad de las mayorías no puede seguir siendo manipulada por ideologías contrarias a nuestros principios básicos cristianos; del amor, el respeto, la tolerancia y, sobre todo, la razón.

Basta ya de creer que la corrupción sólo es un acto indebido cuando la hace el contrario; basta ya de flagelar al pueblo al igual que el nazareno con mentiras una tras otra, cada una cargada de sevicia y destrucción; la corona de espinas viene siendo hoy el cercenamiento del libre pensamiento.

Nos quieren enceguecer con mostrar que los unos son salvadores y los otros son traidores. Las revelaciones ya evidentes de actos de corrupción en distintas formas socavan la paciencia y dignidad de cualquier cristiano. La verdad y la justicia siguen siendo ausentes y huérfanas de cada acto político, bochornoso, incluso estigmatizando al que piensa y siente diferente. Los valores de solidaridad no sólo consisten en repartir cuotas burocráticas y mucho menos podemos, tal como lo hizo Judas Iscariote, traicionar la confianza del Salvador cuando todo apunta a pactos ilícitos y peligrosos para llegar al poder para hacer un “cambio”, pero de beneficiarios.

La última cena debe instituir el sacramento del compartir, unirnos en el ministerio de la creencia absoluta de la posibilidad de hacer el bien y no en lo que va de quienes nos gobiernan, donde las cenas han sido para repartijas de dinero y burocracia.

Ese pecado original de la falsedad y las drogas está matando a muchos colombianos en nuestras veredas y ciudades. El camino al calvario estamos viviéndolo. Cada estación se repite; la sociedad democrática cae una, dos y más veces en la esperanza de la justicia social, le escupen en el rostro reformas en contravía de la edificación del Estado de derecho y tan sólo buscan el derrocamiento del orden conservador de la doctrina y los valores.

Ya en la cruz, las palabras deben retumbar en nuestros oídos, “padre perdónales porque no saben lo que hacen”, porque están jugando con la inocencia de las nuevas generaciones. Tenemos sed de verdad y de justicia, que se haga público cuáles son las verdaderas intenciones.

No podemos llegar al “todo está consumado” simplemente cuando se instale un sistema que mantienen en la miseria y hambre a otras naciones del hemisferio.

Cuando muera este nefasto día al caer la tarde y el cuerpo de los demócratas descanse por haberlo dado todo en pro de la patria, la resurrección de Colombia debe ser inmediata. No podemos dejar que las tinieblas venzan la luz de la esperanza. Los falsos profetas dejarán caer sus caretas de falsedad, manipulación y quienes fueron cómplices serán señalados y perseguidos.

Esta Semana Santa como ninguna otra nos suscitará a la reflexión de cómo debe ser la aparición de un nuevo orden en medio de nosotros para que se instale en los corazones y en la sociedad palabras de amor y reconciliación, pero ante todo, de la defensa de la democracia y las instituciones.

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