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A veces llegan libros
Hay libros que uno devora con insaciable apetito, que gustan de principio a fin, libros que uno termina de leer y queda con ganas.
Jueves, 25 de Enero de 2024

Me di varios banquetes en diciembre pasado. De hayacas, de pernil de pollo, de pan navideño, de películas históricas, de abrazos y hasta de libros. Hay libros que uno devora con insaciable apetito, que gustan de principio a fin, libros que uno termina de leer y queda con ganas.

Uno de esos me lo envió de regalo navideño, mi gran amigo Timoteo Ánderson, misionero de la fe cristiana y que tiene contacto directo con El de arriba.  Y no es que yo sea aprovechado pero cada vez que tengo problemas de salud, lo llamo: “Timo, el riñón trasplantado me está echando vaina”; “Timo, estoy cojo, por una neuropatía diabética”: “Timo…”. Y Timoteo, con su sencillez característica, me dice: “Tranquilo, oraremos por usted”. En ese sentido yo soy de buenas. Cuando me siento maloso, acudo  a los que yo sé que están más cerca del altar, y luego  voy al médico. Y las cosas funcionan.

Así, tengo un sacerdote católico, paisano y entrañable amigo, Julio Correa, que no me abandona en sus pedidos. Tengo un obispo ortodoxo, monseñor Edwin Avendaño, escritor y académico, a quien también le pido sus oraciones.  Una monja paulina, la Hermana Yermy, me tiene dentro de sus abonados diarios. Y un pastor evangélico y un Testigo de Jehová. Y Timo, como ya dije.  Distintos canales, pero un mismo Dios. Con semejantes amigos, haciendo de intercesores, las bendiciones no me faltan.  Sin contar a mi mamá, que en el cielo sigue boleando camándula, a favor mío.

Pero me desvié. Iba diciendo que Timo me regaló un libro, pero no un libro cualquiera.

Un libro, escrito por su mujer, Lynn Ánderson. No soy chismoso, pero les cuento que el apellido Ánderson de Lynn, no lo lleva por ser la esposa de Timoteo Ánderson, como se acostumbra en algunas culturas. Es que ella también es Ánderson. Y no son familia. “Dios los hace y ellos se juntan”, dice un viejo refrán. Y ellos se juntaron, unidos por su amor a Dios, sus deseos de servir al prójimo y su apego al estudio.

Timo es colombiano, de Convención, aunque de padres gringos. Y Lynn sí es gringa pura. Y ambos son misioneros. Y predicadores. Y músicos. Y ahora resulta que Lynn también es escritora. ¡Las cosas del Señor!

El libro, lujosamente editado, tiene un hermoso título, “Acompáñanos”, y, a manera de epígrafe, una cita del evangelio de san Marcos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”. Y es lo que los Ánderson han hecho:  predicar, con la palabra, con el ejemplo, con la generosidad, con la sencillez.

Timoteo es el hombre de la bicicleta, del que alguna vez hablé en esta misma columna. No se moviliza en limusinas lujosas, ni lleva escoltas y ni siquiera su bici es de las modernas. Se transporta en una bicicleta común y corriente, de llantas lisas y parrilla gastada. Pero nunca le faltan una bomba de inflar por si se espicha, una cadena para sujetar su aparato al poste de la casa donde se baja, y un morral con libros, porque los libros nunca faltan en aquella pareja. En muchas de sus correrías Lynn lo acompañaba también en bicicleta, pero un mal pedalazo y una caída la limitaron en sus andanzas.   

“Acompáñanos” es un libro de memorias, de Lynn, de la pareja, de sus hijos, de sus travesías llevando el evangelio. Escrito con alegría y buen humor y alguna chispa, como cuando en luna de miel desbarataron la cama del apartamento que les habían alquilado.

Y es un libro de poesía. Porque Lynn además es poeta. ¡Hermoso libro! 


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