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Cúcuta
Doña Vicky, una lideresa con vocación para enseñar
Desde hace diez años ha estado ligada a las comunidades más pobres.
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Miércoles, 12 de Octubre de 2016

Siendo fiel a su consigna según la cual los líderes no se hacen, sino nacen, a sus 60 años, Victoria Rueda se jacta de haber pasado más de la mitad de su vida sirviendo a sus semejantes y encabezando procesos sociales y comunales en los barrios que ha pisado.

Hace 10 años, llegó a tierras cucuteñas proveniente de Bucaramanga. Desde entonces, ha estado ligada a las comunidades más pobres, con el fin de ayudarlas a mejorar sus condiciones de vida.

“Me tuve que venir de mi tierra, porque me rehusé a utilizar mi liderazgo en favor de los grupos armados”, explicó. “Esa fue la única vez que quise dejar mi vocación a un lado”.

Sin embargo, al llegar a Cúcuta volvió a retomar su liderazgo y creó una asociación de víctimas de la guerra en el barrio Los Olivos, convocando a cerca de 200 personas que, como ella, tuvieron que salir de sus tierras huyéndole a la violencia.

Ese capítulo de su vida decidió dejarlo a un lado para luchar por algo más fuerte que su pasado, su futuro y el de su familia. Fue así como empezó a hacer cuanto curso se le presentaba, con la convicción de replicar sus conocimientos en su comunidad.

Rueda, o Doña Vicky, como la conocen en la comuna 8, estudió cocina, confección, bisutería,  repujado en cuero, construcción y redes eléctricas, entre otros cursos, y empezó a enseñar lo aprendido a los miembros de la asociación que lideraba y a sus vecinos.

“Las mamás llegaban preocupadas a mi casa en busca de ayuda, y yo las recibía con mi máquina de coser, un par de telas y cintas, y les enseñaba a fabricar muñecas, diademas y cuanta cosa se nos viniera a la cabeza”, explicó con una gran sonrisa.

Su trabajo comunal se inició en Los Olivos, donde fue elegida como vicepresidente comunal. Allí, luchó por más de dos años para que el municipio abriera las puertas del puesto de salud del barrio, el cuál no funcionaba desde hace varios años.

Rueda tocó las puertas de Imsalud, la Alcaldía y los entes de control, con el fin de entregarle a la comunidad un centro de salud óptimo, lo que le costó más de una lágrima y mucho tiempo de trabajo y gestión voluntaria.

“La gente no creía que yo podía abrir ese elefante blanco, y lo hice porque tuve la convicción, la insistencia y la perseverancia, y porque creí que podía hacerlo”, recordó. “Ese fue mi mayor desafío, porque no me gusta hacer las cosas a medias”.

Los primeros meses estuvo de lleno en este proyecto y fue contratada para trabajar en servicios varios. Tiempo después, se fue a trabajar con la Fundación Progresar,  en el programa Mujeres Generadoras de Paz, para seguir dándoles una mano a las víctimas.

Su labor empezó a ser más fuerte cuando se mudó a una de las viviendas gratuitas que el Gobierno Nacional les dio a las víctimas en  Los Estoraques. 

“Llegué al lugar que era. Este barrio es el epicentro del dolor de las víctimas. y aquí hay mucho por hacer”, señaló. “En mi casa todos son muy bien recibidos”.

Por esta razón, tuvo que modificar su casa para poder atender a quienes la solicitaban. Adecuó la habitación trasera como taller de costura y desde allí enseña manualidades y confección a sus vecinas.

“Quisiera ayudar a más gente pero no cuento con los insumos para hacerlo. Trabajo hasta donde los recursos me lo permiten”, indicó acongojada. “La mediocridad no me gusta y eso es lo que les inculco a mis mamitas. Yo les enseño a pescar porque no me gusta darles el pescado”.

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