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Cúcuta
'El profe', 17 años enseñando con pasión
Sin tener mayor conocimientos deportivos, Luis Gutiérrez enseña fútbol a niños con grandes sueños.
Martes, 8 de Marzo de 2016

A Luis Gutiérrez no le avergüenza pedir, y mucho menos si es para otros. Lleva 17 años acudiendo a la solidaridad de amigos y conocidos para brindarles un espacio de recreación y aprendizaje a los niños más pobres.

En medio de risas, asegura que quiso dar su propio diezmo en la parte social, y convenció a un par de amigos de formar la fundación Amigos de los Niños, que comenzó en el centro en agosto de 1998.

Como no podían conseguir siempre el dinero para transportar a los niños de los barrios hacia su sede, decidieron trasladarse. La casa de Gutiérrez en Caño Limón se convirtió en el sitio de encuentro.

“Necesitaba una forma de llamar la atención de los niños y empezar a formarlos en valores y liderazgo: apostamos al deporte como medio”, dice ‘El profe’, como lo conocen en las comunas 6 y 7.

Aunque sus habilidades para el deporte eran nulas, consiguió formar un semillero deportivo. Sus amigos se convirtieron en los directores técnicos.

Empezaron con fútbol, atletismo, baloncesto y atletismo, pero ante la falta de escenarios deportivos en las barriadas se enfocaron en la formación futbolística.

“El fútbol era el gancho... Después de cada partido, empezábamos los talleres de liderazgo y medio ambiente”, explica Gutiérrez. “Queríamos enseñar algo más que patear un balón”.

Con el paso del tiempo se fueron extendiendo por Caño Limón, Simón Bolívar y Toledo Plata, hasta llegar hace dos años al asentamiento José Bernal, en la comuna 7.

Al naciente asentamiento habían llegado decenas de familias desplazadas, y la fundación le apostó a este sector.

Los primeros profesores fueron los mismos alumnos que Gutiérrez había entrenado y educado años atrás.

“Es muy satisfactorio ver que esos niños que conociste ya son adultos hechos y derechos y se interesan por replicar estos procesos”, explica el fundador. “Esa ha sido mi mejor paga”.

En José Bernal volvieron a comenzar de cero. Un lote cedido y una enramada de zinc y plásticos se convirtieron en su nuevo sitio de encuentro.

Cualquier día, Jhon Jairo, 11 años, juega en el árido terreno y mete el balón en unos rústicos arcos de palo. Acaba de salir de clase y va en busca de Gutiérrez para preguntar por la hora del nuevo entrenamiento.

El pequeño, que llega con la camiseta verde la fundación y pantuflas, asegura que él y sus amigos esperan con ansias cada entrenamiento.

“Allá hay unos ladrillos que al profe le regalaron para construirnos un comedor, pero todavía falta plata para poder estrenarlo”, dice el niño mientras señala una construcción a medias.

Unas 40 bolsas de cemento y 30 hojas de zinc les hacen falta para materializar su sueño de tener un comedor. Mientras tanto, siguen recibiendo los alimentos en un pequeño cuarto que Gutiérrez arrendó como sede en este asentamiento.

“Queremos que nos hagan una cancha de verdad, porque como acá hay muchas puyas, los balones se pinchan a cada rato”, explica Yurley Dayana, 13 años.

Gutiérrez dice que pese a que trabaja sin sueldo alguno, su mayor motivación para seguir con esta obra es brindarles un espacio digno a sus niños, para que se diviertan.

“Crecí en San Martín de Loba (Sardinata), y los niños de allá nunca tuvimos una oportunidad de estas, por lo que mantenerla a flote es mi mayor meta”.

*La Opinión

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