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La Promesa y una lucha en Cundinamarca
Se trata de  un club deportivo que apenas empieza en ese popular sector de la ciudad.
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Jeider Rúa Giraldo
Lunes, 25 de Septiembre de 2017

Unos 30 niños, un salón comunal a medio techar, un excampeón sudamericano de lucha olímpica y una trabajadora social, todos en el barrio Cundinamarca.

Algunos de los 30, cada sábado, muy puntuales a las 7:00 a.m. ya están tocando la puerta de la casa de María Patricia Daza y Henry Jair Arroyo, que mientras los niños esperan, terminan de organizar los escasos implementos deportivos con los que cuentan, antes de empezar el camino hacia ese salón comunal en el corazón del barrio Cundinamarca, que desde hace poco más de un mes alberga al nuevo Club de lucha olímpica La Promesa. 

‘La Promesa’ porque así lo quiso María Patricia, que desde que inició su carrera de trabajadora social soñó con trabajar con y para poblaciones con alguna problemática. Y ‘La Promesa’ porque Henry Jair, desde que cayó de una nube creada por sus victorias en la lucha olímpica, prometió dar ejemplo de humildad y disciplina a los niños a los que tenga el privilegio de enseñar a luchar. 

Lucha en todo sentido

La Promesa es un club deportivo que apenas empieza en ese popular sector de la ciudad y que busca, con un sentido social, alejar a los niños de “ese desfile que se ve día y noche de jóvenes en la calle perdidos en el vicio”, como lo dice María Patricia.

Otra de las motivaciones es revivir de alguna forma la lucha olímpica en la ciudad, que en Cúcuta no está vigente hace tiempo.

Es un grupo conformado por al menos 30 niños que no superan los 13 años y que entrenan cada sábado en una colchoneta que su entrenador, Henry Arroyo, costeó con “plata prestada” para evitar los golpes fuertes.

Cuando empezaron, hace unos meses, “las condiciones en las que estábamos entrenando eran muy difíciles, porque nos tocaba en la cancha del barrio Gaitán”, contó Daza. “Después pasamos a la junta de acción comunal, pero eso está que se cae. Y eso que hemos tratado de ir arreglando poco a poco. Ahí vamos”, agregó. 

Son 2.000 pesos, que esta pareja cobra a los niños por el entrenamiento, sin embargo, “todo se gasta en los útiles de aseo y en el mantenimiento del salón”, que ni seguridad tiene, por lo que luego de cada entreno, tienen que llevarse todo a la casa, incluso la colchoneta -que ellos mismos construyeron-, que necesita de dos adultos para ser cargada.

Aun así, el sábado no falta el entrenamiento, y los niños parecen ganar cada vez más motivación. “Es muy lindo poder luchar. Siempre espero que sea el día de entrenamiento”, contó entusiasmado Cristian David Ortega, de 10 años y que no falta a la cita cada fin de semana. 

Dejar un buen ejemplo 

Henry Jair Arroyo, que en el 2000 fue campeón sudamericano de lucha olímpica con la Selección Colombia, en La Paz (Bolivia), y medalla de oro y plata en una Copa Internacional en Guatemala, es el encargado de guiar a los pequeños entusiastas.

En ese sentido, Arroyo, que no descarta que “los entes deportivos nos brinden ayuda con la iniciativa” tiene claro qué tipo de imagen le quiere dar a sus muchachos, y esta tiene como base la humildad y la disciplina.

En su época de ‘gloria’, este atleta se desvió del camino deportivo y se perdió en el camino del licor y las mujeres, algo que solo le dejó “una mala experiencia”.


“Yo quiero que el día de mañana, cuando yo tenga muchachos por ahí a mi cargo, enseñarles que entre uno más humilde sea, es mucho mejor. Uno no debe dejarse que se le suban las glorias a la cabeza”, es lo que piensa ahora este hombre que hoy se dedica a estudiar, a ser instructor de gimnasio y a La Promesa.

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