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Cúcuta
La sencilla idea de un sacerdote para llegar a los muchachos
Los jóvenes barristas llegan de domingo a domingo al Centro Juvenil Don Bosco a pasar sus ratos libres, jugar y estudiar.
Martes, 19 de Abril de 2016

Un vaso de chocolate y un pedazo de pan  fueron el gancho que utilizó el sacerdote Jhon Freddy Hernández para legarle a un grupo de barristas del Cúcuta Deportivo que merodeaban en la cancha de Los Olivos.

Meses atrás les había puesto el ojo y se las ingenió para atraerlos al Centro Juvenil Don Bosco con el ánimo de rescatarlos de los malos hábitos y vicios.

Luego de idear la mejor forma de entablar una amistad con el grupo de barristas optó por llegarles por el estómago y preparó una olla de chocolate. Mientras repartía los vasos se presentaba y les ofrecía los servicios del centro juvenil.

Como los jóvenes estaban reacios a ir al oratorio, el sacerdote empezó a sentarse con ellos en las esquinas a escuchar sus aventuras y penurias al irse de camión en camión para alentar al Cúcuta Deportivo en otras ciudades.

Dos meses después logró que entraran al centro juvenil; esta vez el incentivo fue un vaso de leche y cereal.

Pese a que los jóvenes barristas pasaban a diario frente a la enorme estructura salesiana, nunca habían entrado ni tenían idea de qué se hacía allí.

Al llegar quedaron impresionados: además de recibir refrigerio podían jugar dominó, parqués, ajedrez y, por su puesto, practicar fútbol.

El objetivo del sacerdote empezó a cumplirse y cada tarde le arrancaba por un par de horas unos jóvenes al vicio, y le daba una lección de vida a su comunidad.

“Al principio la gente me reclamaba por permitirle la entrada a los barristas al oratorio. Me decían que tuviera cuidado, porque ellos eran peligrosos”, comenta entre risas.

Como ya conocía a sus pupilos les puso claras las reglas del juego: en el oratorio no se fuma, no se rayan los muros, no se pelea, ni se dicen malas palabras. Hasta la fecha no ha tenido inconveniente alguno.

Hernández asegura que su mayor ganancia es ver cómo algunos de sus muchachos  le empezaron a apostar al estudio para dejar las calles.

“Queremos mostrarles a estos jóvenes que no son malos como los tilda en muchas ocasiones la sociedad, que son buenos y pueden ser mejores todavía”, explica. “Les repetimos que  ellos tienen las herramientas para cambiar”.

Deimer, 16 años, es uno de los que decidió retomar su estudios. Está validando en el oratorio y su meta es ser bachiller.

“Acá es muy bacano porque nos escuchan, nos comprenden y nadie nos señala”, explica el joven barrista al tiempo que muestra un trapo rojo y negro que lo acompaña en sus travesías por Colombia detrás de su equipo.

“El único día que los muchachos dejan de venir es cuando juega el Cúcuta Deportivo de local”, explica Hernández. “Si el partido es de visitante hay unos 15 que siempre se me pierden”.

Deimer es uno de los perdidos en carretera. A su corta edad a recorrido gran parte del territorio nacional alentando a su equipo. Entre risa y chanza asegura que el viaje más largo que ha hecho duró dos semanas y fue a Pasto, aunque ha tenido infinidad de fiascos por colgarsele a las mulas para ahorrarse lo del pasaje y ha visto a varios compañeros morir en esta práctica, sigue empecinado en seguir viajando.

Antes de darles el refrigerio el sacerdote los escucha y aconseja y de vez en cuando les organiza encuentros deportivos para integrarlos.

“Hace un par de días Diego, uno de los líderes, me dijo que quería traer a barristas de otros barrios para que se integraran con nosotros y conocieran lo que hacíamos en el oratorio. Yo le dije que no había problema y me llegó con unos 90 muchachos más”, recuerda el sacerdote.

Edwin, 23 años, es uno de los más veteranos de la barra, y asegura sentirse satisfecho con el cambio que ha visto en sus compañeros.

“A nosotros nos molestan y nos dicen que solo venimos por la leche y el cereal, pero nos hemos sentido tan bien acá si nos quitan este refrigerio seguiríamos viniendo igualmente”.

Al finalizar el encuentro y tras más de dos horas de juegos, risas y bromas, los barristas se despiden y el padre más allá de darles la bendición los despide con la misma frase: muchachos pórtense bien.

*La Opinión

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