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Cúcuta
Los pimpineros se resisten a desaparecer, pese a que ya no llega gasolina venezolana
Unas 1.000 personas aún ejercen el oficio de pimpineros en Cúcuta y su área metropolitana, Tibú y Ragonvalia.
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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Jueves, 4 de Febrero de 2021
Pimpineros: reconversión y tensión

Carlos Andrés y su mamá Juanita* venden gasolina en pimpinas en El Punto, un lugar en el suroccidente de Cúcuta, oficio en el que llevan más de ocho años trabajando para ganarse la vida al no tener otro trabajo ni formal o informal.

Él, un joven que aspira a graduarse en el Sena como tecnólogo para buscar un mejor empleo, obtenía buenas ganancias con la venta de combustible venezolano, que le traían proveedores, “cuando la gente aún compraba pimpinas que salían más baratas que llenar en las bombas (estaciones)”.

Sin embargo, el negocio empezó a desmejorar porque los intermediarios querían la mayor ganancia y dejaban menor margen para quienes “teníamos que partirnos el lomo todo el día al sol y al agua”, confiesa Juanita, agregando que este es un trabajo que hacen dos con una sola ganancia.

Llegó el momento en el que la gasolina empezó a escasear en el estado Táchira, producto de la crisis económica y social en el vecino país, afectando directamente a los cientos de personas que en Cúcuta y el área metropolitana se lucraban de ese oficio.

Ante el alto precio y la escasez de la gasolina de contrabando los compradores ‘migraron’ a las estaciones de combustible donde podían comprar el producto a precio subsidiado, quedando reducido el negocio a la venta de galones y “las pimpinas grandes, las tres tetas, que los cucuteños preferían para llenar los carros, se fueron arrumando”, dijo un curtido pimpinero que la difícil situación sacó  de circulación. 

Ahora, en esta nueva realidad, el pimpinero está vendiendo gasolina colombiana que compra en las estaciones de servicio del área metropolitana para revender, ganando entre $1.300 y $1.500 por galón, para obtener una ganancia, cuando hay muy buena venta, de un poco más de $30.000.

Carlos tiene una motocicleta y en el día se desplaza en seis oportunidades a la bomba más cercana para comprar el combustible, cinco galones cada vez, debiendo pagarle al bombero $1.000 por cada ingreso, lo que hace que el precio de venta en la calle se incremente.

Los clientes, en su mayoría, son motociclistas que compran entre medio a un galón, cuyo precio es de $4.500 y $9.000 respectivamente, y conductores de taxis o carros particulares ocasionalmente, mientras alcanzan a llegar a la bomba, según explica.

Quienes despachan en las estaciones se acostumbraron a que quienes llevan combustible para Venezuela les den buena propina y ahora todo el que se dedica a comprar para revender debe pagar, según un comerciante informal de este producto que prefirió no identificarse, agregando que así esos empleados mejoran sus ingresos, “siendo esa parte de la razón de que la gasolina se acabe dos semanas antes de terminar el mes, sumado a que en las estaciones se volvió costumbre subir el precio sin previo aviso”.

Pimpineros tradicionales y nuevos 

Mario Arévalo, directivo de la Cooperativa Multiactiva de Pimpineros de Norte de Santander (Coomulpinort), dijo que la gasolina que se está vendiendo en las calles es la que compran en las estaciones de servicio, por lo tanto este es un tema policivo y de cultura ciudadana.

“Eso es reventa y no la hacen los pimpineros afiliados a la cooperativa que tiene 322 asociados, esa es gente nueva que está en el rebusque, y no los pimpineros de la vieja escuela”. 

El representante gremial dijo que ese negocio se mantiene por la mala costumbre que tienen algunas personas de  ofrecer combustible en la calle. Los informales lo compran en las bombas y la última semana de cada mes, cuando hay  escasez porque el cupo se ha agotado, la revenden y le hacen creer a los compradores que es combustible venezolano.

Sin embargo, Yuleima García Infante, presidenta de Sintragasolina, dijo que por la falta de oportunidades laborales las personas que han ejercido el oficio se mantienen aún en este oficio y en crisis por las bajas ventas, mientras que el grueso ha migrado a actividades diversas, siempre en la informalidad.

En 2020 la Universidad Libre, con apoyo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Ministerio de Minas y Energía, hizo una caracterización para identificar cuánta población para ese momento estaba laborando, pero la mayoría manifestó no estar ejerciendo como pimpineros y solo se logró identificar a 256 personas, según Yuliema García.

Agregó que se mantienen a la expectativa de lo que va a pasar con esas 256 personas que  aún están en las esquinas, los separadores de las avenidas y en cualquier espacio vendiendo combustible, así este sea colombiano. 

“Lo que queremos saber es si realmente el Gobierno va a implementar alguna clase de ayuda para ellos que tanto lo necesitan, o todo se va a quedar en estudios y estadísticas mientras muchas familias de este gremio siguen pasando dificultades económicas sin ninguna ayuda del Estado”, aseguró la dirigente sindical.

No es un secreto que el pimpinero que está en la calle vende gasolina colombiana, y lo que realmente está haciendo es que va a tanquear su carro o moto para sacarle cuatro o cinco galones para venderlo con poca diferencia al precio oficial y ganar así sea poco para llevar algo de comida a la casa”, agregó García.

En esta situación se encuentran muchas personas de la tercera edad y enfermas que no tienen otro medio de sustento, sobreviviendo de la caridad de familiares o amigos y acudiendo al ‘rebusque’.

Yuleima García dijo que el sindicato está conformado por 1.610 pimpineros en Cúcuta y la zona rural, Los Patios, Villa del Rosario, El Zulia, sector de Pedregales, Tibú y Ragonvalia, entre otros municipios, de los cuales apenas un 30% está ejerciendo esa actividad, porque el negocio dejó de ser rentable y obligando a algunos a vender comidas rápidas, frutas y verduras, en actividades que no los ha sacado de la crisis porque la pandemia ha golpeado a todos por igual.

Reconversión sociolaboral 

Olger López, secretario de  Minas y Energía Departamental, dijo que desde la Gobernación de Norte de Santander se viene trabajando en conjunto con el Ministerio de Minas y Energía, para darle continuidad a los proyectos de reconversión sociolaboral que en la región han logrado impactar en los últimos cinco años a cerca de 356 beneficiarios.

El más reciente apoyo fue entregado en diciembre pasado, cuyo operador fue el PNUD, logrando dotar con unidades productivas a 19 pimpineros. 

El funcionario explicó que teniendo en cuenta el resultado y el acompañamiento por parte de la Gobernación para garantizar la sostenibilidad en el marco de fortalecimiento de esos emprendimientos, se solicitó una mesa de trabajo en diciembre de 2020, en la que participaron el viceministro de Energía, Miguel Lotero, y José Manuel Moreno, por la oficina de Hidrocarburos.

El propósito fue impactar al mayor número de vendedores informales para que den el paso a la formalidad, con la posibilidad de que vean satisfechas sus necesidades económicas básicas.

A la fecha, se está a la espera de los resultados de una reciente caracterización que hicieron el Ministerio de Minas con la Universidad Libre, cuyo propósito fue  identificar un potencial de beneficiarios a impactar, porque según cifras del Sintragasolina aún se presume que existan más de 1.000 personas dedicadas a esta actividad  en Cúcuta y su zona rural, el área metropolitana, Tibú, Ragonvalia y El Zulia.
“Esperamos apostarle a un proyecto macro que permita una oportunidad de transición de la informalidad a la formalidad mediante más de 5.000 emprendimientos, que nuestro gobernador, Silvano Serrano, ha trazado como una gran apuesta para el programa de gobierno ‘Más oportunidades para todos’, concluyó Olger López.

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