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Editorial
Asesinato de policías
El plan pistola del Clan del Golfo contra los policías en el país, y los ataques de francotiradores contra la Fuerza Pública en el Catatumbo, configuran un delicado escenario.
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La opinión
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Miércoles, 27 de Julio de 2022

Como en las peores épocas en que el jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, pagaba para que asesinaran policías y muy parecido a los tiempos en lo más crudo del conflicto armado contra las Farc y otras organizaciones guerrilleras como el Eln, registra hoy Colombia y la región con los ataques a agentes de la institución.

Desde mucho antes de que la banda criminal del Clan del Golfo o Autodefensas Gaitanistas pusiera en marcha el macabro plan pistola, en la región del Catatumbo las unidades policiales y también del Ejército se enfrentan a los mortíferos ataques de los francotiradores guerrilleros.

En medio de esta delicada situación, en un solo día ocurrieron dos hechos de esta naturaleza en Petrólea, corregimiento de Tibú y en la zona rural de Cúcuta, con el doloroso saldo de un agente muerto y otro herido.

Al recordar algunos sucesos, se advierte que hay en esta parte del territorio nacional una situación de altísimo riesgo para los miembros de la Policía que prestan servicios en localidades como El Tarra o Tibú, donde suceden más corrientemente este tipo de acciones por parte de los grupos armados ilegales.

Y en medio de ese desconcierto y peligrosidad, se suma ahora el hecho de las emboscadas en plena calle de cualquier  municipio colombiano, donde los sicarios les disparan en muchas ocasiones por la espalda y a quemarropa.

Los datos indican que serían 26 los policías asesinados por esta modalidad desatada en las últimas semanas por el Clan del Golfo, cuyo cabecilla Otoniel fue extraditado a Estados Unidos, país al que también fue enviada una de sus hermanas para que responda por delitos relacionados con el narcotráfico.

Es entendible la indignación y dolor ciudadano por lo que está ocurriendo, incluso convirtiéndose en una contradicción cuando recientemente esa banda manifestó públicamente su deseo entrar en conversaciones con el nuevo gobierno para someterse a la justicia, desactivar sus operaciones y dejar el negocio con la cocaína.

Se trata de un momento muy delicado puesto que aparte de ser un  abierto desafío a las autoridades, también se está llevando a un baño de sangre contra hombres y mujeres que decidieron prestarle un servicio a la patria, para garantizar la vida, honra y bienes de los ciudadanos.

Los colombianos debemos rendirles un homenaje a estos integrantes de la Policía Nacional a quienes de manera cobarde y a mansalva, sin ni siquiera permitirles el derecho de defenderse, y de  hacerlo en momentos en que ni siquiera estaban desarrollando acciones de servicio.

Este tipo de repudiables acciones lo único que hacen es enviar un mensaje equivocado a la sociedad que no entiende como por una parte presuntamente muestran una rama de olivo pero simultáneamente accionan despiadadamente como en los viejos tiempos del narcoterrorismo del cartel de Medellín.

Ahí también se advierte la intención de mostrarse fuertes ante las fuerzas del Estado y de generar también mayores niveles de zozobra e inseguridad entre la población civil.

Si están buscando llegar con ‘poderío’ a un eventual sometimiento, lo que finalmente podrán es conseguir el efecto contrario, es decir, que estos asesinatos los tendrán que pagar con las más altas condenas, entregando a sus autores intelectuales, es decir, indicar quién en la ‘jefatura’ de la estructura criminal dio la orden.

Esos serán, por ejemplo, asuntos que se van a convertir en inamovibles, mientras que de todas maneras es urgente poner en marcha las acciones enunciadas –cuando el nuevo gobierno asuma-para la búsqueda de la paz total, que por un lado siente a la mesa al Eln, por ejemplo, y someta a la justicia a estas bandas criminales. 

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