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Editorial
Bicicletas y ciclorrutas
La celebración no atrajo la cantidad de personas que pudieron esperar los organizadores.
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Martes, 16 de Octubre de 2018

La Ciudadela Atalaya es, por varias razones, un sector de Cúcuta mucho más importante que varias ciudades colombianas pequeñas e intermedias. Tanto es así, que ha habido intentos por convertir ese sector en un Municipio autónomo.

El festivo pasado, con motivo del Día de la bicicleta, el Municipio determinó que en determinadas vías solo habría oportunidad para ciclistas. La celebración no atrajo la cantidad de personas que pudieron esperar los organizadores.

Sin embargo, fue en Atalaya, dicho por el propio secretario de Tránsito, José Luis Duarte, donde más personas salieron a aprovechar de la oportunidad de hacer ejercicio y recrearse con sus bicicletas.

Esta zona de Cúcuta, es innegable, tiene un elevado número de personas no deportistas, que usan la bicicleta para desplazarse a sus actividades diarias. Pero lo hacen en condiciones inadecuadas.

Deben disputarse la calzada con los autos y las motos, y los andenes con los peatones, porque en ese vasto sector no hay pistas especiales para desplazarse, al estilo de las ciclorrutas de otras ciudades, que unen puntos lejanos mediante zonas que adecúan para ser usada solo por ciclistas.

Quizás se hubiera logrado un mayor beneficio para la ciudad, construyendo en Atalaya una ciclorruta bien diseñada y mejor construida, dotada con todas las características técnicas de este tipo de obras, para beneficiar a los miles de obreros, empleados y estudiantes que vienen y van en bicicleta, que invertir un dineral en la ciclorruta que se planea para los 400 ciclistas de la Universidad Francisco de Paula Santander, a quienes se les facilitará ir y venir entre la diagonal Santander y la avenida Los Libertadores.

Con el dinero que el Municipio invertirá en la avenida Gran Colombia, unos 14.000 millones de pesos, se hubiera podido construir una ciclorruta de muchos más kilómetros que los escasos 1.600 metros que mide la aprobada por valorización para satisfacción de unos cuantos y no de decenas de miles habitantes de los barrios más pobres.

Estos barrios, lo sabe muy bien el Municipio, carecen de servicio público de transporte, y sus gentes dependen de motociclistas y de carros piratas, que los transportan sin garantía alguna de seguridad, y de sus bicicletas de trabajo.

Es cuestión de prioridades, de planificar en serio una ciudad que es hostil para todos los cucuteños, inadecuada para los peatones, una urbe en la que solo sobrevivir indemnes se ha convertido en un verdadero y permanente reto.

Atalaya es un sector clave de Cúcuta, y lo saben, mejor que nadie, todos los burócratas y funcionarios elegidos con los votos de allí.

El lunes, con el Día de la Bicicleta, el propio secretario de Tránsito comprobó que en Atalaya más personas aprovecharon la celebración, que en los otros sectores.

¿Por qué, entonces, no actuar de una manera más consecuente y acorde con los reales intereses de la comunidad?

Los obreros y los estudiantes pobres, que andan en bicicleta por necesidad, no son, precisamente, los que asisten a la universidad. Si se estrecharan un poco más los criterios, aquellos tendrían más derecho a una ciclorruta que los demás. Para ellos, la bicicleta es cuestión de supervivencia. Para los demás, no.

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