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Editorial
Cárcel que educa
Este programa liderado por la Alcaldía debe de contar con el apoyo decidido del sector empresarial para que los productos de esa cadena productiva de la cárcel, en manufacturas del cuero, confecciones, calzado y alimentos, vayan a los mercados.
Sábado, 15 de Mayo de 2021

Los componentes de educación, trabajo y generación de recursos conforman el modelo anunciado por la Alcaldía en la Cárcel de Cúcuta con el propósito de resocializar a quienes purgan condenas por diversos delitos.

Esta labor, en mora de hacerse para prevenir que el penal termine convertido en una ‘escuela del crimen’ donde muchos de los que entraban, al salir volvían a delinquir por la falta evidente de oportunidades concretas para una real resocialización y reintegración.

Hay aspectos muy importantes que prometen ayudar a consolidar, mantener y hacer perdurar en el tiempo este programa especial para los 3.223 internos -hombres y mujeres que se encuentran entre rejas. Uno de ellos, es el aspecto de la formación académica para el aprendizaje desde el punto de vista técnico de las personas detenidas, la cual estará a cargo del Centro Tecnológico de Cúcuta, mientras que en el aspecto agropecuario la misma labor la hará la Secretaría de Desarrollo.

Esto garantizará que los cursos dirigidos para la población carcelaria de la ciudad siempre cuente con la institucionalidad y los profesores requeridos, al tratarse de entidades del orden municipal que han incluido dentro de sus tareas ese asunto primordial.

Además, otro elemento esencial como es el de los talleres y la materia prima será abordado con el respaldo de la cooperación internacional, en este caso la Usaid, para garantizar que el programa llegue a ponerse en ejecución sin traumatismo alguno.

Por lo que se ve, la estrategia se elaboró de una manera tal que reciba el respaldo de algunos gremios económicos locales al tiempo que se dispondrán las respectivas áreas comerciales para que lo producido por los internos tenga donde venderse y ellos también cuenten con sus respectivas ganancias.

Evidentemente, sacar del ocio a quienes por diversas razones terminaron delinquiendo y luego llegaron a pagar sus penas, es a todas luces una opción importante para ayudar a reducir a futuro los mismos índices de inseguridad. 

Por decir algo, una persona que estando en prisión y aprenda a manejar máquinas para producir calzado o confección de vestuario, lógicamente al volver a integrarse a la sociedad ya tendrá una opción de emprendimiento para atender las necesidades de su familia. A futuro, entonces podremos ver a los internos dedicados al estudio y luego al trabajo que al final les ayudarán a abrirse paso dentro de la legalidad y no tendrán necesidad de volver a delinquir porque precisamente la cárcel les abrió una oportunidad distinta.

Este programa liderado por la administración municipal debe de contar con el apoyo decidido del sector empresarial para que los productos de esa cadena productiva de la cárcel en manufacturas del cuero, confecciones, calzado y alimentos, vayan a los mercados local y nacional. Consolidar dicho esquema resultará de la mayor trascendencia para la ciudad y la región que necesitan, aparte de la operatividad policial en el combate del crimen, otras acciones para empezar a debilitarlo desde la real regeneración de los hombres y mujeres condenados, haciendo cumplir así la misión de las prisiones.

La administración municipal debería, igualmente, plantearle al Ministerio de Educación que el programa ‘la cárcel que educa’, les dé la posibilidad a los internos de tener acceso a la educación superior, con condiciones especiales, y para ciertas carreras, aprovechando que la pandemia del coronavirus elevó la virtualidad al ciento por ciento en el mundo educativo.

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