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Editorial
Delirio fronterizo
En Cúcuta, la moneda venezolana es, al menos para los cambistas, causa de preocupaciones.
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Domingo, 16 de Octubre de 2016

Pensar que un puñado de cambistas puede arruinar la moneda de un país vecino es no tener la menor idea ni de cómo opera el mercado cambiario ni de lo que el gobierno del país supuestamente amenazado ha hecho para devaluarla.

Le pasa a algún funcionario de Venezuela que, día a día, en vez de ordenar las cosas relacionadas con sus funciones, se dedica a darle rienda suelta a la parte más intensa de su verborrea para acusar a los cambistas de Cúcuta de pretender que la relación peso-bolívar sea 1 a 1.

Como si para que eso ocurra se necesitara de un complot internacional entre los que el funcionario llama ‘paramilitares de las finanzas colombianas’ y el mercado monetario y financiero mundial, en un andamiaje político y conspirativo que ya se quisieran para ellos los novelistas de ficción.

Pero si el análisis de la realidad del bolívar genera incredulidad, las fórmulas de solución causan pena ajena. Sugerir que se establezca un tipo de cambio especial para la frontera colombo-venezolana es delirar.

La idea no es viable, porque es impensable establecer un control de cambio especial para una zona específica del territorio colombiano.

En este caso, y según las quejas, esa zona sería Cúcuta, que para darle gusto al vecino tendría precios propios para el dólar y el bolívar, que valdrían diferente con solo llegar a Los Patios, por ejemplo.

Buscar el ahogado río arriba, llaman esa manera tan particular de entender la realidad. O de no querer entenderla. Y con razón, pues comprenderla implica que se admita que son los errores del gobierno venezolano, la dilapidación de todos sus recursos, el manejo desastroso de la economía, la razón por la cual el bolívar cae y cae sin remedio.

En Cúcuta, la moneda venezolana es, al menos para los cambistas, causa de preocupaciones. Ninguno quiere tenerla, por la incertidumbre de que lo que se compró en la mañana, al mediodía valga menos, y al caer la noche mucho menos.

La única conspiración contra el bolívar es interna, y ocurre al más alto nivel del gobierno de Caracas, donde se toman las decisiones políticas y económicas que tienen al pueblo en situación ruinosa.

Acusar a unos 20 o 30 cambistas de Cúcuta de poner en aprietos a la divisa venezolana es igual a decir que 20 o 30 pescadores de anzuelo de Trinidad & Tobago tienen a la pesca industrial venezolana cabeza abajo. Eso es delirar…

El mismo cierre unilateral e inconsulto de la frontera, del que pretenden que Colombia sea responsable, llevó a que nadie quisiera bolívares ni en Cúcuta ni en el resto del país. ¿Quién querría tener moneda de un país que se aisló y del que, en ese momento —y aún es así— no se sabía si sucumbiría como Estado?

¿No habrá alguien en Venezuela que les explique a sus funcionarios que los increíbles índices de inflación —700 por ciento a diciembre— el poder adquisitivo de cualquier moneda, por más fuerte que sea, se convierte en factor de risa y burla?

Si los funcionarios venezolanos tuvieran momentos de seriedad y lucidez y los aprovecharan para trabajar por su pueblo, no andarían gastando pólvora en zamuros.

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