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Editorial
Doble lenguaje
Lo que para este lado de la frontera es “sí”, para el otro es “posiblemente, algún día, si es que tenemos cómo hacerlo”.
Jueves, 22 de Septiembre de 2016

Colombia y Venezuela, y más concretamente Norte de Santander y Táchira, tienen más cosas comunes y familiares que extrañas; son un caso típico del mismo pueblo a los dos lados de una frontera internacional.

Todo es lo mismo entre ellos, incluidos su prehistoria y su desenvolvimiento; todo, cultura, sueños, idioma, los une inevitablemente. Pero algo fundamental los separa sin remedio: el lenguaje particular de cada uno.

No es tanto la manera de hablar las cosas, sino la de entenderlas y llevarlas a la práctica. Ahí surgen disparidades irreconciliables.

Esos lenguajes particulares, muy disímiles, han quedado en evidencia desde cuando Caracas cerró unilateral e inconsultamente la frontera binacional, por varias razones argumentadas por el presidente Nicolás Maduro, razones que, objetividad por delante, continúan ahí, vivas, inmodificables, desafiantes.

Lo que para este lado de la frontera es “sí”, para el otro es “posiblemente, algún día, si es que tenemos cómo hacerlo”. Y lo que para todos es “ahora”, para el lenguaje del otro lado es “chicos, ¿cuál es el afán? Nosotros lo estamos planificando para el año entrante”. Y aquí se acepta así y se acata.

Pero, lo del martes en la noche, con la puesta en marcha de una supuesta plataforma comercial que implica el paso de camiones, es un hito llamativo, porque mientras Colombia actuaba en el sentido de acuerdos previos, en Venezuela ni por enterados se daban. Es el método José Vielma, del inefable gobernador de Táchira, que así como dice una cosa dice la otra, y Colombia solo actúa en consecuencia...

Una semana antes, con Vielma en Cúcuta, hubo acuerdo para que el martes 20 pasaran, por el puente Simón Bolívar, unos camiones vacíos que irían por arroz a Arauca, para traerlo a trillar a Cúcuta. Todo, motivado por el cierre de la carretera de la Soberanía como consecuencia de derrumbes.

En síntesis, se trataba de permitirle a Colombia utilizar una vía extranjera para transportar arroz de un punto a otro de su territorio. Nada más. Pero…

A Táchira, el acuerdo llegó, en palabras de Vielma, como la reanudación del comercio bilateral, lo cual alertó a los empresarios venezolanos que hicieron planes para disponer de las materias primas que comenzarían a llegarles desde Colombia.

Incluso, la diputada adeca y presidenta de la Comisión de Frontera, Laidy Gómez, con base en las palabras oficiales de Táchira, dijo esperar que “la apertura del paso de carga pesada no sea otra burla para la economía formal y otro negocio para algunos funcionarios, que le genere utilidad a unos pocos”.

Pero, cuando la hora del cruce de camiones llegó, Venezuela cerró de nuevo sus puertas. En ese silencio pesado en que se manejan ciertos detalles relacionados con la frontera, no se supo cuál fue la razón para no cumplir nada de lo acordado, pero sí, que los empresarios acusaron a Vielma de hacer negocio con el hambre de los tachirenses. Esa podría ser una razón, aunque incompleta.

Todo se sabrá de pronto, cuando en Colombia algún funcionario comience a actuar en el sentido en que el gobernador de Táchira desea. Ese parece ser el nuevo protocolo.

A menos que en todo este asunto haya faltado el único requisito válido: autorización de los presidentes.

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